25 abril, 2024
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Alejandra Costamagna: “Escribir es tener la capacidad de extrañarse de la realidad”

Costamagna fue finalista del Premio Herralde. Foto: Raúl Ferrari.

La autora chilena Alejandra Costamagna, cuyo libro “El sistema del tacto” fue finalista del Premio Herralde, estuvo de visita en la Argentina para presentar su obra y conversó con Télam sobre las relaciones afectivas y la pandemia, la ruptura de los géneros clásicos y el espíritu algo sobrenatural de sus cuentos: “Utilizo los recuerdos como objetos que puedo malear, trabajar y dar vuelta. Porque el pasado no es algo que ya pasó. El pasado está acá”, sostuvo.

La literatura de Costamagna es un viaje. Un viaje en el tiempo, un viaje a diferentes territorios, un viaje para los sentidos, a través de continentes, espacial. Un viaje a los antepasados y por los recuerdos que, de algún modo, son recuerdos universales y por ende fácilmente apropiables por los lectores. ¿Quién no fue alguna vez al velorio de un familiar y pasó por alguna situación, al menos, incómoda?

Autora de “El sistema del tacto” (Anagrama) e “Imposible salir de la tierra” (Añosluz), Costamagna no es solamente una de las plumas contemporáneas más relevantes de América Latina, también reconocida por su posicionamiento público sobre el feminismo, la industria literaria y la política en la región.

“El sistema del tacto” es una novela en prosa que sorprende con capítulos breves de documentos, fotografías antiguas, archivo dactilográfico y hasta un manual del inmigrante italiano. Su forma es caótica, intercala, rompe con los registros clásicos y tiene un efecto doble: por un lado sorprender una y otra vez al lector, y por otro corroer hasta poner en jaque la idea del tiempo como algo lineal.

En “Imposible salir de la Tierra”, Costamagna compila cuentos que fueron escritos en distintos momentos, que contienen una misma atmósfera y obsesiones similares. Allí recorre un territorio en el que propone escenas, personajes y formas del lenguaje muy diversas, que deriva en una lectura por momentos placentera y por momentos, extrañada.

-Télam: ¿Cómo fue el proceso de escritura de los cuentos y cómo surgió la idea de “Imposible salir de la Tierra”?

-Alejandra Costamagna: Este libro fue idea de un editor de la editorial peruana Estruendomundo. Me propusieron que eligiera y compilara los cuentos que yo quisiera. Así me puse a revisar cuentos, tantos publicados como inéditos. Fue un ejercicio muy extraño el de leerme, porque no suelo leerme mucho a mí misma. Así me fui dando cuenta que había varios textos que, más allá de compartir temas, tenían una especie de viscosidad semejante, una atmósfera, un tono y ciertas obsesiones. A partir de ese punto en común, me interesó trabajar la distancia entre cada texto en términos formales. Es decir, poder combinar un cuento que es como una especie de destello, que es “Agujas de reloj”, con otro que es casi una nouvelle, como “Naturaleza muerta”. Y hacer lo mismo con alguno que puede bordear el delirio total, como “Cuadrar las cosas”, a otro que se acerca más a una especie de realismo. Quería intentar estirar las cuerdas del género como tal, que de alguna forma es estirar las cuerdas de lo posible. Me di el espacio para sorprenderme a mí misma. Desdoblarme a una mirada lectora para armar un especie de montaje y así armar una novela dispersa. El desafío fue despojar los cuentos de su sentido original y dotarlos de otra cosa.

-T: El cuento de esta compilación “Are you ready” pareciera tener alguna relación con “El sistema del tacto”, tu novela. ¿Cómo definirías esa relación?

– A.C.: No es algo que yo haya tenido tan consciente pero con el tiempo lo he podido ver más claramente, se cruzan en temporalidad. El cuento es un poco un brote de la novela, pero lo fue cuando la novela ya era un conjunto de apuntes. Ya sabía lo que quería contar aunque todavía se me desbordaba. En 2012 viajé a sustituir a mi padre en la muerte de un familiar, y me encontré con los diarios de Agustín, de dactilografía, y eso me dio ciertas pautas de qué pasaría con la novela. Bueno, me dio ciertas pautas que luego se rompieron…

-T: ¿Y por qué decís que luego se rompen?

-A.C.: Porque esas materialidades que aparecen, los documentos, los cuadernos de dactilografía, las cartas y las fotos me aparecieron a mí como le aparecen al personaje. Y rompieron con una idea que tenía originalmente, que era escribir una novela documental, sin ficción. Me di cuenta que esos materiales venían a contradecir muchas de las ideas que me había hecho de una memoria que se descuajeringaba. Lo interesante es que sea el material el que te vaya llevando y sorprendiendo, ir hacia lugares imprevistos y dejar que eso pase. Al principio hay como una resistencia, pero luego ya es entregar, no resistirse más a los vaivenes del material.

-T: Varios de los cuentos de “Imposible salir de la tierra” están atravesados por un hilo conductor que es Japón, ¿qué tiene que ver este país con vos?

– A.C.: Japón aparece ante nosotros, con nuestro lugar tan occidental, como esa idea de lo otro, lo anómalo, lo extraño, hasta lo alienígena. Pensé cómo jugar con ese cliché y darlo vuelta, revertir el cliché del orientalismo. Por ejemplo, tendemos a pensar lo oriental con algo vinculado a la templanza, y hay textos como “La epidemia de Traiguén” en los que esa templanza directamente se desarma. También pienso en lo de Japón como un hilo en el sentido de que en los cuentos hay muchos personajes que aspiran a esa templanza, pero se ven un poco frustrados frente a las imposibilidades de alcanzarla.

Telam SE

– T: “El sistema del tacto” es una novela en prosa que de repente sorprende con fotos, con fragmentos de texto, con intervenciones. ¿Qué objetivo hay con este tipo de procedimiento?

– AC: Hay un texto de Úrsula K. Le Guin en la que ella habla de las “narrativas cazadoras”, que sería la novela convencional, masculina y hegemónica en la que hay un héroe que va de caza y no solamente vuelve con el animal que ha cazado, sino también vuelve con una épica. Una épica que debe ser relatada por él. Y Le Guin contrapone una idea que tiene una lógica en cómo se estructura una novela, por fuera de la lógica introducción, nudo y desenlace, sin un conflicto central. Esa es la narrativa recolectora, son las narrativas en las que salimos con una bolsa y vamos recolectando frutos, raíces, pedazos de cosas y las vamos uniendo, una a una en sintonía. “El sistema del tacto” lo veo así, porque es una novela que está armada de esos restos que son palabras, imágenes y recuerdos, que va estableciendo relaciones. Es una forma de mirar la historia no como algo anquilosado: son el pasado y el presente juntos, son un continente y el otro juntos. Todos esos vaivenes. No hay un conflicto central, sino muchos conflictos que no están en disputa sino en paralelo, conversan, dialogan. Y a cada lector le va a entrar como mejor le acomode, es una experiencia.

-T: La multiplicidad de voces para construir una novela, con el humano como centro…

-AC: Sí, y en este sentido la construcción de la humanidad es el patriarcado. Los modos de referirse a si una novela funciona o no funciona son el “knock out”, o “es una novela con músculo”, “es una novela seca”, todas metáforas que se asocian a lo masculino.

-T: ¿Estamos cambiando ese rumbo? ¿Cuáles son los desafíos del feminismo en este sentido?

– AC: Lo que me asusta es que muchas de estas cosas suelen ser cooptadas y por eso hay que tener mucho ojo cuando se habla de literatura femenina o de mujeres. Una novela protagonizada por mujeres o que hable de problemas de mujeres no es necesariamente una novela feminista. Lo primero es emparejar la cancha hacia quienes nos antecedieron, porque nos fuimos formando con un canon súper masculino. Toda la literatura que leímos en el colegio era de varones, hay una o dos mujeres, pero siempre son excepciones.

-T: Pienso en las relaciones personales, lo afectivo, la muerte como temas centrales de tu novela. Después de la pandemia, ¿siguen siendo de tu interés?

-AC: Es algo todavía muy fresco como para poder ver cuál es el efecto en lo escritural. No vamos a volver a mirar con los mismos ojos y no vamos a volver a escribir igual. La pandemia cambió la forma de pensar lo que nos era extraño, y eso genera un sacudón porque escribir es, finalmente, extrañarse un poco, asombrarse. Y el umbral del asombro se vio corrido. Antes de la pandemia pensaba que había una normalidad hecha trizas, una cotidianeidad alterada. ¿Y qué fue la pandemia sino eso? Una cotidianeidad alterada monstruosa. Ahora estoy con la brújula medio corrida, medio torcida, porque esos parámetros están difuminados. Me ha costado mucho volver a tener la concentración en cosas que me eran importantes antes de la pandemia, estoy más sensible. Pienso más en las basuritas, la minucia, los restos. Se me ha exacerbado una mirada extrañada que ya tenía. Seguir en este planeta me parece muy extraño.

-T: Hay algo en la novela de movimiento, de fluidez entre tiempos y entre generaciones de personas. ¿Cuánto hay de vos ahí, de la herencia, de lo autobiográfico?

-AC: Es una novela que todo el rato está desbordándose, que no se cierra, que incluso contiene otras novelas. En ese movimiento siento que hay un vaivén entre lo referencial y lo que se aleja por completo de mí. Es una especie de álbum familiar intervenido hacia la ficción. Trabajo con mi material autobiográfico para desbordarlo, para hacer otra cosa con ellos. Trabajo con los recuerdos como materia, como si fuera una realidad paralela. Me gusta pensar en los recuerdos como objetos que yo puedo, como si fuera arcilla, trabajarlos, darlos vuelta. El pasado no es algo que ya pasó. El pasado está acá.

Costamagna: “Las editoriales autogestionadas abrieron el campo cultural de una forma inesperada”

Los efectos de la pandemia en el proceso creativo de escritura, las batallas pendientes que aún tiene el feminismo en el mundo de las artes y el escenario literario de América Latina como terreno fértil para el florecer de nuevos géneros y formatos son algunos de los temas sobre los que la escritora chilena Alejandra Costamagna reflexionó en esta charla con Télam.

-T:¿Cómo pensás hoy las relaciones afectivas en el escenario post-pandemia y cómo estos vínculos te dan material para escribir?

-AC: Pasa algo extraño. Uno piensa en el estereotipo del escritor sentado en un rincón, solo, durante horas. Sí es necesaria cierta soledad, pero con la ventana abierta. Y lo que pasó en la pandemia es que esa ventana no estaba abierta, no tuvimos contacto con el afuera. Ese contacto con el afuera es súper importante para escribir. Ahora estamos en un afuera mediado: por la mascarilla, por el temor, por la desconfianza. Es difícil pensar cómo cambiarán las cosas. Escribir es escuchar, escarbar y mirar mucho. Y esas son cosas que no pudimos hacer durante la pandemia. Más allá de que después eso entre o no entre directamente en la escritura, es lo que te va nutriendo.

-T: ¿Cuál es tu mirada sobre el feminismo hoy y cuáles son los desafíos pendientes?

-AC: Mientras más avances hay en esta materia, también hay un gran repliegue porque hay una reacción. Aparecen movimientos reaccionarios y conservadores recalcitrantes por contraste. Pero por otra parte tengo mucha esperanza, por ejemplo por lo que pasa en Chile. Un gobierno que se declara abiertamente feminista, así como ecologista y plurinacional, tres ejes súper importantes. Eso es una validación porque no es sólo la palabra, sino la ejecución. Son cuestiones simbólicas que finalmente tienen un efecto en crear consciencia y en romper ciertas naturalizaciones. Boric asumió con una decana mujer, la jefa de protocolo fue mujer y rapanui. Son señales significativas para romper un estado de cosas. No es la paridad como techo, sino como base.

-T: ¿Cómo ves la situación de la industria literaria de cuentos en autores chilenos y en autores latinoamericanos?

-AC: Hace más de diez años ya ha habido este florecer de las editoriales autogestionadas, eso se ha convertido cada vez más en una constante y ha abierto el campo cultural de una forma bien inesperada. Eso va de la mano de una apertura de los géneros, de romper fronteras que antes eran muy estrictas. Está la posibilidad de que la novela se vea interceptada por la crónica, por las artes visuales, incluso por lo “acuentado”. De pronto pensar en una novela fragmentada, una novela desdibujada. Hay unas zonas impuras que a mí me parecen muy fértiles, y ahí las editoriales autogestionadas dan una posibilidad de arriesgarse con géneros más híbridos y una apuesta menos segura. Eso nos ha dado acceso a textos, autores, autoras, ha permitido que la circulación sea mucho más democrática. Ya no hay que esperar a que los libros de Chile lleguen a España para que luego lleguen a Argentina. Sigue pasando con algunos sellos, pero creo que ahí las editoriales independientes han hecho un trabajo formidable.

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