28 marzo, 2024
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Cristian Alarcón: “siempre he luchado por considerar al periodismo literatura”

Cristian Alarcón. Foto Archivo

“Para un cronista del sur global al que pertenezco, este premio es un homenaje a mis ancestros, mis ancestras y a todas las mujeres que me preceden y que han sembrado todo lo que ha crecido en América”, dijo el viernes el chileno Cristian Alarcón, referente del periodismo literario, al ganar con una ficción, “El tercer paraíso”, el XXV Premio Alfaguara de Novela, ante un fallo unánime que destacó “el vigor narrativo de una hermosa novela, precisa, equilibrada y con una estructura dual, ambientada en Chile y Argentina”, la patria del escritor y su tierra de residencia.

“He tenido el privilegio de poder frenar el vértigo de mi tarea periodística, siempre he luchado por considerar al periodismo literatura, pero en esta ocasión decidí entregarme a la fabricación de un artefacto que espero le guste a los lectores y que me alegro le haya gustado al jurado”, agradeció Alarcón, vía Zoom, al jurado del premio, durante la rueda de prensa que se hizo este mediodía en España para anunciar la obra que se impuso a 899 manuscritos: 131 de Argentina, 87 de Colombia, 43 de Chile, 408 de España, 57 de Estados Unidos, 119 de México, 29 de Perú y 25 de Uruguay.

Tras destacar “la enorme calidad de los libros presentados y la gran calidad de los siete originales finalistas”, el jurado señaló, en la voz de su titular, el escritor español Fernando Aramburu, que “a pesar de que la historia no elude tragedias colectivas y personales, es una novela de esperanza que postula la belleza, el placer de los sentidos y la posibilidad de encontrar un refugio personal”.

Aramburu afirmó que entre las virtudes del texto, “están la enorme calidad de la prosa, concisa, exacta y depurada” y que se trata de “una novela más bien corta en la que sin embargo caben numerosos temas de la historia de Argentina y particularmente de Chile: como el terremoto de 1960, Allende, sus tentativas electorales y su triunfo, el golpe de Estado y la posterior represión”.

“El protagonista reconstruye la historia de sus antepasados al tiempo que ahonda en su pasión por el cultivo de un jardín, en busca de un paraíso personal -indica el fallo del jurado que se completa con la argentina Paula Vázquez, la mexicana Marisol Schulz Manaut, la colombiana Pilar Reyes y los españoles Olga Merino y Ray Loriga-. La novela abre una puerta a la esperanza de hallar en lo pequeño un refugio personal frente a las tragedias colectivas”.

En su novela hay ensayo y poesía, una hibridación de lenguajes donde también se trasluce su condición migrante, ese Chile donde nació y esa Argentina donde vive: “La migración está ahí para poner el cuerpo -concede el autor-, no se queja, asume ser mal paga, no tiene editorial, corre peligro y muere al cruzar fronteras escapando del horror”.

Fundador de los medios Anfibia, de crónicas y ensayos narrativos, y Cosecha Roja, de periodismo judicial, arremete contra los binarismos, “la idea de que ‘uno cambia de género porque decide’ dejémosla para los seres humanos que quieren cambiar de género, los escritores no tenemos que dar explicaciones”.

“A eso de que el periodismo es una cosa y la literatura otra lo combato hace años, tiene que ver con desembarazarnos de las ideas genéricas y binarias: no ficción-ficción, realismo-fantasía -consigna-. Tenemos que ser valientes para asumirlo, ocuparnos nosotros de identificarnos en una u otra vereda no es lo que en este momento nos puede iluminar”.

Desde comienzos de los años 90 Alarcón hizo periodismo de investigación y crónica narrativa en medios como Página/12, Clarín, Crítica de la Argentina, TXT, Rolling Stone y Gatopardo. En sus libros “Cuando muera quiero que me toquen cumbia” y “Si me querés, quereme transa” cruza la literatura con la etnografía urbana convirtiendo relatos urgentes en novelas de no ficción. También es autor de “Un mar de castillos peronistas”, libro de crónicas de viaje y perfiles de personajes disidentes y marginales.

La cocina de “El tercer paraíso”, dice Alarcón, “tiene que ver con esta pandemia que nos sigue acosando, primero, con un retiro que me vi obligado a hacer en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, y este año, después de sobrevivir a una de las cepas más temibles de la Covid, recluyéndome en el sur de Chile. Allí es donde ocurren los acontecimientos: en una casa antigua en el pueblo donde nací, en una cabaña en la Cordillera y en una casa en el lago Caburgua que me permitía ver el atardecer más maravilloso que yo haya visto jamás”.

Este libro, explica, “es un artefacto que tiene una doble faz, una novela familiar latinoamericana en la que honro a los grandes escritores que he leído siendo demasiado joven quizás en la Patagonia y a esa experiencia suburbana elegida, donde escribí sobre jóvenes ladrones y la guerra entre narcotraficantes; y que, a los 50 años, me lleva a reencontrarme con mis ancestros y la profunda relación que muchos y muchas necesitamos con la naturaleza”.

Se trata de “un descubrimiento de la vida más allá de nuestras urgencias, que resulta un alivio y también una aventura de aprendizaje y humildad ante circunstancias que nosotros mismos, como humanos, nos hemos puesto hasta llegar a este punto de crisis global -asevera-, experimentando en nuestro cotidiano sufrimientos nuevos que, no obstante, nos permiten llegar a lugares a los que no sé si hubiésemos llegado sin esta pandemia”.

“Desatarme de la idea del periodista-lobo solitario que sale por los mundos a denunciar las atrocidades y vincularme con una verdad mucho más interna y subjetiva, imposible de demostrar, fue lo que hizo que no pudiese parar de escribir”. Esta novela, su primera obra de ficción absolutamente deliberada, “surgió de la desesperación y de la soledad, como surgen muchas de las cosas que hacemos y no podemos evitar, del deseo de producir una obra”, dice ante la pregunta de Télam en la conferencia.

“La no ficción -agrega- exige un compromiso extremo con poner el cuerpo y lo que me llevó a escribir una novela fue un encierro paradójicamente liberado, sin fronteras. Lo que había en esa pequeña cabaña mental, el jardín y la memoria, en aquello que ya me habitaba, y la creación de un mundo que no tenía límites porque yo ya había abandonado la idea de la verdad, un concepto en crisis en muchos sentidos”.

Sobre esta exitosa incursión, siendo un referente global del periodismo narrativo en español, dice que se fue “dejando llevar” y que eso significó “un duelo” de ese narrador que cultivó contando lo real. Visto así, “El tercer paraíso” tiene que ver “con la idea de respetar los tiempos naturales y dejar de ser sujetos de encierro en las ciudades”, señala Alarcón.

La novela también nació de un pequeño ensayo sobre el futuro después de la Covid que Alarcón (La Unión, Chile, 1970) hizo a principios de la pandemia, para el que se encerró a leer filosofía, a tratar de entender el concepto de extinción, de antropoceno y capitaloceno, a tratar de hacer conciencia sobre qué estaba diciendo la pandemia.

“En la escritura de ese ensayo -cuenta- recuperé algo de mi madre y de mi abuela vinculado al fin del mundo y la gente que lo leyó me habló sólo de eso, nadie dijo algo de mi mirada filosófica, me hablaron de esas dos mujeres y a partir de ellas, entonces, empecé a escribir esta novela”.

Una historia que tiene muchísimo real, “no dejo de ser el cronista que soy -asevera- pero la frontera con la ficción es antigua, casi casi del siglo XX, empecé a jugar con lo uno y con lo otro, y de pronto se generó un diálogo entre el pasado y el presente, o más bien con la idea del futuro de la botánica, con el aprendizaje de aquello que está vivo y que hoy debemos defender más que nunca”.

En eso que está en peligro está el futuro y “futuro es una palabra enorme que ha perdido sentido -dice-, que en esta novela intento recuperar. Hago un ejercicio de introspección vinculado a lo vital, a la comprensión de procesos que nos exceden así como nos excede la pandemia, nos excede la naturaleza misma, nuestros orígenes y nuestros ancestros. Para mí es un momento de profundo compromiso con el conocimiento, lo que más me gratifica es aprender en aquellos territorios en los que todavía somos ignorantes”.

En ese diálogo de lo moderno con lo actual hay una idea de optimismo, sobrevivencia y felicidad, “una novela muy redonda, literaria y a la vez fresca”, dice Merino, una de las jurado del premio que Alarcón, reconoce, le debe “a muchas personas”, entre ellas su madre y su abuela, a sus “abuelos varones” también, “con todo lo duro que es contar la historia de América Latina desde una perspectiva feminista, consciente de los efectos y daños que ha producido el patriarcado en nuestros cuerpos y en nuestra conciencia actual”.

“La novela me permite repensar mi futuro. No me impacta el dinero (175 mil dólares) sino el reconocimiento. El hecho de producir un objeto que no tiene que ver con las lógicas de lo real, mi salto de la crónica a la novela, si bien la experimentación con el lenguaje sigue siendo el terreno de la libertad de quienes tratamos de crear y producir sentido con lo propio”, sostiene .

La literatura, remarca, “está en plena transformación porque los cánones están cambiando, todo el mundo está cambiando. Ojalá ‘El tercer paraíso’ sea un texto de esos que acompañan otros procesos. Para un cronista del sur global al que pertenezco este premio es un homenaje a mis ancestras y a todas las mujeres que me preceden que han sembrado todo lo que ha crecido en América”.

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