29 marzo, 2024
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“El coleccionismo”: Benjamin, el miedo al vacío y la ilusión de una moda que vivifique

“El factor decisivo en el coleccionismo es despojar al objeto de todas sus funciones originales”, propone Benjamin en el texto.

De estampillas, autos, monedas, figuritas, corbatas, vestidos y lapiceras están hechas las colecciones que obsesionan al que sustrae a un objeto de la utilidad y lo inserta en un nuevo universo que activa otros sentidos, ese gesto que el filósofo Walter Benjamin explora en “El coleccionismo”, un ensayo recientemente traducido y publicado que Netflix recuperó en series y documentales y que también adopta el mundo de la farándula cuando sustrae piezas de colección de la lógica de museo para mostrarla en la alfombra roja en nuevo contexto epocal.

¿Qué cualidad del objeto hace que nos seduzca y lo guardemos junto a otros similares en una serie con nuevo valor? ¿Cuándo se completa una colección? ¿En qué radica la vitalidad de buscar “la figurita difícil”? ¿Acaso un vestido de colección empodera a quien lo viste con las virtudes y los dones del pasado?

Con cuatro textos publicados originalmente en 1931 y 1937 en Alemania y con traducción de María G. Tellechea y Martina Fernández Polcuch, “El coleccionismo” (Ediciones Godot) es un tratado sobre la colección, la búsqueda de esa trama de discursos que solo adquiere sentido cuando alguien -su dueño- comienza a organizarlo.

La edición de Godot cuenta con un prólogo de Beatriz Sarlo, su intervención en el Seminario Internacional Biblioteca Walter Benjamin, que tuvo lugar en el Museo de Arte de Río de Janeiro en 2016. Lejos de funcionar únicamente como una puerta de entrada al texto del filósofo alemán, la autora de “Una modernidad periférica” retoma algunos de los ejes del libro y plantea sus hipótesis de lectura.

“Por definición, se podría decir que una colección muere cuando se termina, porque se agota su vitalidad y el deseo con el cual el coleccionista la ha abordado. Los coleccionistas son por definición aquellos que siempre tienen un deseo incumplido, como uno podría decir que los chismosos somos aquellos que siempre estamos esperando el próximo objeto de nuestro chisme. No escribimos ‘La búsqueda del tiempo perdido’, pero somos como Proust, inagotables”, propone la periodista.

En otro tramo, Sarlo recupera aquella idea clásica de Benjamin que sostiene que no hay objeto cultural que no sea al mismo tiempo un objeto de barbarie. “La colección tiene, como la biblioteca, un lado bárbaro, pero tiene al mismo tiempo una dimensión que Benjamin llama bella, infantil. En esa belleza y en esa infancia que cada pieza de la nueva colección conserva, el coleccionista puede comenzar a operar en la redención de lo coleccionado. ¿Qué es también la colección? El rasgo que nos muestra Benjamin: la colección no solo exhibe su valor económico, sino también su doble dimensión de belleza y barbarie”.

“La propiedad es el tipo de relación más íntima que se pueda tener con los objetos porque no es que los objetos cobren vida en uno; sino que uno vive en ellos”Walter Benjamin en “Desembalo mi biblioteca”

“El factor decisivo en el coleccionismo es despojar al objeto de todas sus funciones originales para que entable con sus semejantes la relación más estrecha imaginable. Esto es diametralmente opuesto a la utilidad y se halla bajo la curiosa categoría de completitud”, propone Benjamin en el texto.

Sarlo advierte que el coleccionista es capaz de pensar y analizar el contenido de sus colecciones y que, a la vez, se ve obligado a lidiar con el fantasma del vacío que vive en toda colección. Con esa lógica, piensa la biblioteca del intelectual: “El ideal de la biblioteca es que integre esa posible totalidad, pero, como el de la colección, es incumplible”.

“¿Qué otra cosa es esta colección más que un desorden al que el hábito ha acomodado al punto de hacerlo parecer algo ordenado?”, se pregunta Benjamin en “Desembalo mi biblioteca”, el segundo texto del libro.

Confeso coleccionista compulsivo, sostiene que “toda pasión linda con el caos, y la pasión de coleccionar limita con el caos de los recuerdos”. Y sostiene que “la propiedad es el tipo de relación más íntima que se pueda tener con los objetos porque no es que los objetos cobren vida en uno; sino que uno vive en ellos”.

Swap shop compra venta e intercambio reconstruye en sus dos temporadas el camino de distintos objetos que llegan a manos de un coleccionista
“Swap shop: compra, venta e intercambio”, reconstruye en sus dos temporadas el camino de distintos objetos que llegan a manos de un coleccionista.

La curiosidad por las colecciones, además, llegó al radar algorítmico de Netflix. A mitad de camino entre la serie y el documental, “Swap shop: compra, venta e intercambio”, reconstruye en sus dos temporadas el camino caprichoso de un banco de oración, un Mustang, una colección de escupideras, un calentador de sopa Campbell o una gran colección de cómic que, encontrados por expertos en las ruinas de los remates o de galpones de antigüedades, llegan a las manos de un coleccionista.

Desde la ficción, la plataforma apostó por “Sneakerheads”, una comedia pasatista sobre el nicho de los locos por las zapatillas. “Sneakerhead”, cuya traducción literal sería algo asi como “cabeza de zapatilla”, es el término que usan en Estados Unidos para referirse a los que coleccionan y comercializan zapatillas deportivas como hobby y que son, en general, aficionados al básquet o al skate y que tienen el ojo entrenado para distinguir entre modelos reales y réplicas, así como la habilidad para catar materiales.

¿Qué tienen en común Kim Kardashian y Pampita?

Hace pocos días llevaron a la escena pública la presunción benjamiana de que la propiedad es el tipo de relación más íntima que se pueda tener con las cosas “porque no es que los objetos cobren vida en uno; sino que uno vive en ellos”.

Kardashian bajó siete kilos en tres semanas para enfundarse en el mítico y entallado vestido que Marilyn usó en 1962 para cantarle Happy Birthday al presidente John F. Kennedy y en ese giro escandalizó al feminismo por someter a su cuerpo a un capricho y al mundo de la moda por apropiarse de un ícono de colección.

Pampita, en la versión local de la misma tendencia, asistió a los Martín Fierro con el vestido que Elsa Serrano, insignia de los noventa, diseñó para que Norma Aleandro recibiera el Oscar por “La historia oficial” en 1986. La millonaria norteamericana y la conductora argentina soñaron con tener, al menos una noche y ataviadas en una prenda de colección, otra existencia.

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