7 mayo, 2024
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“En la escritura la forma es todo porque los temas son casi siempre los mismos”

Gonzalo Heredia dijo que su segunda novela “El punto de no retorno” es de iniciación. Foto: Eliana Obregón

Gonzalo Heredia dice que su segunda novela “El punto de no retorno”, con la que pone el foco en el mundo de los talleres literarios y sus circuitos de aprobación y reconocimiento, es de iniciación, aunque ya haya escrito “Construcción de la mentira”, con la que mostró su oficio como escritor, y tal vez la explicación se encuentre en este protagonista que, al igual que el actor, fue descubriendo en la literatura un lugar no solo del que no se quiere ir sino con el que se comienza a proyectar.

El personaje central de esta novela editada por Alto Pogo, Santiago Cruz, trabaja en un bar y se acaba de separar cuando se encuentra con un libro y comienza una secuencia de encuentros, visitas y viajes que lo van involucrando con la escritura. Si al principio dice que escribir es una música que escucha pero que no puede tocar, al final asegura que la escritura implica el ensayo de respuesta a una pregunta que desconoce, y que donde haya palabras tendrá trabajo.

La diferencia entre ambas definiciones, dice Heredia (Munro, 1982), es el tiempo transcurrido. Sobre ese tiempo, el trabajo de escritura y las lecturas que lo fueron llevando a esta segunda novela, Heredia habla con Télam horas antes de subirse al escenario del teatro Metropolitan Sura con la obra “Desnudos”.

Llega con una libreta negra, una lapicera y un celular, cuenta que escribe en papel y que es ahí donde ahora está proyectando una novela sobre una familia: “Quiero poner sobre la mesa eso y diseccionarlo, como hice con los talleres literarios, con el mundo del espectáculo -explica-. Hay algo de la disección que me gusta. Me empieza a pasar esto de sentarme y tener la constante de escribir 4, 5, 6 horas. Ese pensamiento constante de ver qué hacer con el personaje, si moverlo o no, si pasar a tercera persona o no. Es una enfermedad en ese sentido”.

El escritor cont que fue descubriendo en la literatura un lugar no solo del que no se quiere ir sino con el que se comienza a proyectar Foto Eliana Obregn
El escritor contó que fue descubriendo en la literatura un lugar no solo del que no se quiere ir sino con el que se comienza a proyectar. Foto: Eliana Obregón

-Télam: ¿Por qué elegiste situar la novela en los 2000? Hay otra circulación de la palabra escrita: los blogs, los chats en la computadora, las cartas, las revistas en papel, ¿te interesaba también retratar esa época?

-Gonzalo Heredia: No tuve blogs, intenté abrir dos o tres veces y no me pude meter en esa comunidad en la que pudo meterse Cruz. Cuando uno escribe también hay algo de nostalgia, de lo que no tuvo, de lo que no vivió y le hubiese gustado haber vivido y entonces ubica a los personajes en ese mundo. La época, el contexto apareció después. Lo primero que apareció fueron las voces: la de este escritor que siente que el mundo literario no le dio el lugar que merecía, la de su pareja escritora Mariela y la de este incipiente lector y escritor que, así como quiere construir su narrativa, quiere construirse como lector. Iban a ser 4 personajes y tuve que sacar a uno para que otro creciera. El relato que escribe Cruz es lo que tenía y en un principio no tenía más que eso.

-T: Es una novela de mucho movimiento también. El protagonista deambula, se muda, visita, viaja.

-G.H.: Sí, de hecho empieza con una mudanza, él se está yendo de la casa que compartía con su novia. Hay mucho movimiento porque, como dice María Lobo, es una novela de iniciación, a pesar de que ya haya aparecido “Construcción de la mentira”. La siento más primera novela a ésta.

-T: ¿”El punto de no retorno” del título parece ser el de este protagonista que llegó a la escritura y ya no se puede ir de ahí, no?

-G.H.: Sí, además remite al recuerdo de ese momento de la vida en el que indudablemente cambió algo, de la manera más inesperada porque él se está separando y aparece un libro, él no venía de una casa en la que se leyera, no en todas las casas se lee. Que aparezca un libro en ese contexto tiene algo de supuesto destino y que el personaje lo recuerde tiempo después y diga que si hay palabras tiene trabajo es un punto de no retorno. Entra en un mundo que no conoce y tiene bastante idealizado porque la novela tiene mucho de esta idea también del escritor maldito, sufriente, que se hace mierda y que toma, tiene que estar roto para poder escribir un poema. Lo luminoso de Zaiétz, ese escritor al que admira, es lo que hizo en la vida de Santiago, a eso lo llama luminoso pero la materia con la que trabaja es oscura. La admiración es porque la alquimia de lo oscuro puede ser transformada en algo luminoso, es lo que le pasa a Cruz con él. Me acuerdo de leer a Carver y pensar que era oscurísimo pero había algo iluminaba partes mías como lector, costados desconocidos y eso funciona como un espejo donde uno puede reconocer partes que no conocía de su propia cabeza.

-T: Hay dos definiciones sobre lo que implica escribir: una que dice que es una música que se escucha pero que no se puede tocar y otra, casi al final, que plantea que escribir es el ensayo a una pregunta que el protagonista desconoce. ¿Con cuál te sentís más identificado?

-G.H.: Con la última porque lo de la música que se escucha y no saber tocar tiene que ver mucho con las herramientas, con la no lectura, con el no descubrimiento de la forma. En la escritura la forma es todo porque los temas no varían tanto, son casi siempre los mismos: la familia, el amor. Esa definición de una música que escucho pero no puedo tocar es esto de no sé qué palabra va, en cambio la última definición, que plantea que tal vez no hay nada que entender sino solo seguir y cavar un pozo cada vez más hondo, tiene que ver con la novela “El Pozo” de Onetti, que me rompió la cabeza. Los hechos son recipientes vacíos, con qué los llenas es lo importante.

Heredia ya haba escrito Construccin de la mentira con la que mostr su oficio como escritor Foto Eliana Obregn
Heredia ya había escrito “Construcción de la mentira”, con la que mostró su oficio como escritor. Foto: Eliana Obregón

-T: Hay fotos de manuscritos y anotaciones y en una de ellas se ve al lado la computadora. ¿Pasar a la computadora es otra instancia del proceso de escritura?

-G.H.: Escribo a mano, hay algo que necesito apuntar, y después empiezo a desarrollar. Hay varios momentos, lo primero es la música que suena que no es palpable al principio pero está. En este caso la primera imagen que tuve fueron 4 espejos enfrentados entre sí en los que se autoreflejan las imágenes y se empieza a perder la distorsión sobre cuál es la imagen real.

-T. En la solapa te presentan como alguien que trabaja como actor, ¿te sentís más cerca del oficio de la escritura que del de la actuación hoy?

-G.H.: La actuación es un trabajo, la primera vez que tuve un contrato fue en el año 2001 así que ya podría hablar de un oficio, de un cierto camino recorrido, una cierta experiencia. Afortunadamente es un trabajo muy bien remunerado y me siento muy privilegiado por eso. Las formas de expresiones cambian, mutan. Empecé a escribir a los 14 años en el taller mecánico de mi papá, eso fue tomando otros lugares en mi vida. También, como el narrador, fui transitando ciertos lugares de construcción, de ser autodidacta, con esta familia literaria de construcción y descubrimiento de ciertas corrientes de pensamiento a través de Saer por ejemplo. Indudablemente hay algo que empieza a ser anfibio y que muta. Por suerte.

Indudablemente la escritura me apasiona y no puedo dejar de hacerlo. Llevo una libreta conmigo, ahora escribo un texto sobre cierta familia, quiero poner sobre la mesa eso y diseccionarlo, como hice con los talleres literarios, con el mundo del espectáculo. Hay algo de la disección que me gusta. Me empieza a pasar esto de sentarme y tener la constante de escribir 4, 5, 6 horas. Ese pensamiento constante de ver qué hacer con el personaje, si moverlo o no, si pasar a tercera persona o no. Es una enfermedad en ese sentido.

-T: ¿Hay lectores claves con los que tenés intercambios que te aportan a la hora de escribir?

-G.H.: Sí, me gusta intercambiar. Con una amiga tenemos una frase que es “entre nosotros no nos vamos a pisar los manuscritos”. Me gusta como se va limpiando, se va construyendo, se va modificando.

-T: Tu papá es uno de los que aparece en esos agradecimientos de lectura.

-G.H.: Sí, leyó los dos manuscritos, me dijo que le gustaba más éste. Es mecánico, ahora lee pero en su momento cuando yo leía en el taller no entendía qué estaba haciendo, pero a medida que fue pasando el tiempo, seguramente le pasó algo con alguna lectura, cada vez que viene a mi casa se lleva algo para leer, su pareja también. Su lectura es necesaria, tanto como la de Brenda (Gandini). ¿Cómo hacerle creer una ficción a una persona que te conoce tanto como tu pareja?

Los proyectos de Heredia: teatro como actor y productor y la adaptación al cine de “Ladrilleros”

Actúa en el teatro en una obra, “Desnudos”, que produce artísticamente, terminó de grabar la serie de canal 13 “La 1-5/18” y conduce el programa de radio “Notas al pie” pero Gonzalo Heredia además tiene un proyecto, que hoy está parado pero no muerto: la adaptación al cine de “Ladrilleros”, la segunda novela de Selva Almada.

-T: ¿En qué está la adaptación de la novela “Ladrilleros”?

-G.H.: Es un proyecto que no está muerto pero está parado. Pasaron dos gobiernos, una pandemia y cada vez hay más trabas para las películas independientes que no tienen una espalda. Hacer hoy una ópera prima es muy difícil, tenés muchos palos en la rueda. Habíamos hecho la adaptación con Fernando Musa. Él la iba a dirigir y yo iba a ser el productor artístico. Habíamos construido un elenco: Valeria Lois, Alberto Ajaka, habíamos hablado con Franco Masini para que haga de uno de los chicos, con Peter Lanzani antes de que hiciera “Un gallo para esculapio”, se llevó el guion y me llamó insistiendo en querer hacer el personaje de Pajarito.

-T. ¿Cómo va el proyecto de teatro?

-G.H.: Disfrutamos mucho de hacer una obra que está basada en una película de una dramaturga como Doris Dörrie que me encanta. Nunca se había hecho la versión teatral. Transitamos toda la pandemia con la obra, arrancamos en marzo del 2020, terminamos una excelente temporada en Mar del Plata, volvimos y teníamos una gira construida de punta a punta que incluía Montevideo, Córdoba, Rosario, de norte a sur. Nos fuimos con Brenda a un casamiento a Uruguay, llegamos y nos dijeron que se suspendía el casamiento. Era 17 marzo, nos volvimos y se fue suspendiendo todo.

Ahora el plan es seguir con la obra en Buenos Aires hasta marzo, hacer una gira nacional y también internacional con la posibilidad de ir a Paraguay, Uruguay, quizás a España. Es una obra que no se vio, no se conoce. Se hizo una película en Alemania y pasó inadvertida, y esta es su única versión teatral.

-T: ¿Sos productor también, no?

-G.H.: Sí, es una obra que me habían ofrecido en 2014, se la llevé a (Javier) Faroni con Luciano (Castro), construimos el elenco y ahí empezamos. Tomó la dirección Juan Branca, que es la primera vez que dirige en calle Corrientes. La producción artística, en este momento que Luciano, se bajó es mía pero hay algo muy democrático, todos decidimos, hacemos, no podría hacerlo solo.

-T:¿Qué te aportó el programa de radio al momento de escribir?

-G.H.: Lecturas. Soy una persona que escribe leyendo, la primera etapa de escritura es hacer un acopio de lecturas y construir esa familia literaria con respecto a un camino, en este caso era lo metaliterario. A uno de los programas vino Guillermo Martínez y nos quedamos hablando de metaliteratura y me hizo conocer a Edith Wharton, que es la discípula de Henry James. Él tiene para mí una de las grandes novelas cortas que es “La lección del maestro” y también es atractiva su figura más allá de su narrativa. Hay algo de ese paralelismo entre ficción y realidad con Wharton que me parecía muy atractivo. Me compré “Siete cuentos” y hay uno que se llama “Tragedia de la musa” que fue fuente de inspiración para el personaje de Mariela. Ese cuento es cómo vive la musa inspiradora ese rol. Esas cosas pasaron a partir del programa. Además me considero un lector que está en construcción y hubo mucho aprendizaje y cholulismo literario. Con Ana (Correa) decimos que el programa es un burbuja literaria. Nos complementamos: ella va por un lado más humano y yo voy por la cocina literaria, la construcción de esa literatura.

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