4 mayo, 2024
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“La novela tiene una pre-fama de señora bien tan endeble como la mala fama del cuento”

Gandolfo vive entre Buenos Aires y Montevideo.

El crítico y escritor Elvio Gandolfo regresa con dos nuevos libros afincados en géneros en los que el autor de “Vivir en la salina” sobresale: una novela que es la expansión de su famoso cuento “Un error de Ludueña”, que mantiene en su versión más extensa el mismo título y, en segundo lugar, el lanzamiento de su obra poética completa con el título “Tengo ganas de risas raquel”.

La novela “Un error de Ludueña”, publicada por la editorial Tusquets, tiene su génesis en el cuento homónimo del libro de relatos “Ferrocarriles Argentinos” de 1994. No es normal que el universo de un cuento tenga tanta fuerza que tienda a expandirse hasta alcanzar los bordes de la novela. Los cuentos “Kincón” de Miguel Briante y “El cruce del Aqueronte” de Abelardo Castillo son los casos más representativos de esta fuerza expansiva de la narración. El primero dio el salto de componer el libro de cuentos “Las hamacas voladoras” a independizarse en la novela “Kincón”, y el segundo se convirtió en la novela “El que tiene sed”. “Un error de Ludueña” de Gandolfo es un cuento arrollador, de lectura en varias escuelas del país, que forma parte de las antologías del género más rioplatense, el cuento. Tan rioplatense como su autor.

Gandolfo explica a Télam que salvo el primer capítulo, que es el viejo cuento con la variante de una sola palabra, el resto es un libro totalmente nuevo: “la vida hacia atrás de Ludueña, en un orden no cronológico”. Esa es la única variante. Nada más ni nada menos.

En el cuento, Ludueña es un prolijo y solitario delincuente que es contratado por un grupo para ser partícipe del escape de un preso. A partir de esta situación el protagonista se perderá en una serie de hechos que se le escapan de las manos, y lo llevarán a entremezclarse con personas que viven en la ciudad, hasta que comete un error.

En la novela Gandolfo reconstruye el pasado del personaje a partir del cuento original y profundiza en la vida interior del protagonista. Reconstruye, como en una precuela, la vida de niño y adolescente en un pequeño pueblo y el gran salto a la metrópolis. Las mujeres de su vida también aparecen en esta novela, como la fatalidad que lo lleva a trabajar para otros delincuentes.

Elvio Eduardo Gandolfo cruza una y otra vez el Río de la Plata. El escritor alterna su residencia entre Buenos Aires y Montevideo. Nació en San Rafael de Mendoza, en 1947, pero al año sus padres se instalaron en Rosario. En 1969 se mudó por primera vez a Montevideo. Regresó a Rosario y vivió hasta 1976, año que se radica durante cuatro años en Piriápolis (Uruguay). Luego se muda nuevamente a Montevideo hasta 1994. A pesar de su gran peso dentro de la literatura rioplatense, su figura de escritor tuvo momentos de mucha resonancia y otros que parecía ocultarse. Del centro a la periferia. Gandolfo no adhiere a esta idea. “En cuanto a las afirmaciones generales sobre mi supuesta centralidad en los medios, el mercado, la crítica y la academia ‘que se desplazó’, no la comparto. He tenido épocas de auge y otras que no. Lo que sí es obvio es la variedad del modo de promover libros (ferias, círculos de promoción, etc.), que tampoco comparto”, señala desde Montevideo el escritor.

Gandolfo, en Rosario dirigió con su padre Francisco la revista literaria “El Lagrimal Trifurca” (1968-1976). Trabajó en periodismo cultural en publicaciones de Argentina y tuvo una sección fija llamada “Polvo de estrellas” en la revista “El Péndulo”. En Montevideo, y junto a Homero Alsina Thevenet fundó en 1989 el suplemento Cultural del diario “El País”. Su libro “Boomerang” fue primer finalista en el Premio Planeta 1992. En 2014 recibió el Premio Konex – Diploma al Mérito como una de las mejores cuentistas del período 2009-2013.

En la obra del narrador se destaca también su veta poética. El poemario “Tengo ganas de risas raquel” reúne toda su poesía y acaba de ser editada por Eduner. “Como un aristócrata” es el texto que aparece como epílogo del libro. Gandolfo dice: “Digamos que en los últimos quince o veinte años, me di cuenta no hace mucho, al no plantearme la compra de una casa (objetivo que se había vuelto inalcanzable ya desde los años cincuenta) y alquilar con constancia, que había terminado por llevar una vida que tenía bastante que ver, desde mi punto de vista, con la de un aristócrata. Viajaba, veía gente, escribía, tenía amistades, con el tiempo vínculos sentimentales, algunas envidias, algunos rencores. Vivía, y sigo viviendo”.

– Télam: ¿Cómo nació esta idea de que el cuento “Un error de Ludueña” se transformara en una novela?

– Elvio Gandolfo: Yo había publicado dos libros autobiográficos seguidos, un tono que me tenía un poco cansado, por lo fácil y fluido. Quería construir, inventar. Siempre me había gustado el personaje Ludueña del cuento. Así que me fui ocupando de su vida anterior. Lo hice a lo largo del tiempo, de manera no cronológica: su relación con una mujer durante un momento de fuga necesaria viene antes de su infancia y adolescencia, por ejemplo. El único personaje que tomé tal cual de la realidad es el de la abuela. Por otra parte, a partir de la tercera o cuarta corrección, fui reconociendo que toda la historia familiar tenía como base mi propia experiencia, aunque es totalmente inventada, construida, empezando por la pequeña localidad inicial, y siguiendo con su experiencia rosarina posterior, también disimulada hasta cierto punto, pero presente.

– T.: ¿Cómo fue esta experiencia de reencontrarse con Ludueña y su mundo anterior a los hechos del cuento?

– E.G.: Fue una experiencia muy rendidora. Había dejado otras dos series de relatos interrumpidas. En particular la que arrancaba en “El manuscrito de Juan Abal”, que tenía una mezcla de fantasía y ciencia ficción, y que ya sumaba cuatro relatos. Siempre me pedían que la convirtiera en libro. Al principio me lo planteé, pero al fin me inspiró mucho más el tono de “Un error de Ludueña”.

– T.: ¿Esa vida de niño y joven en un pueblo del interior que transita Ludueña tiene algún referente de experiencias personales?

– E.G.: Obviamente hasta lo más delirante de Tolkien y su “Señor de los anillos” tiene referentes de experiencias personales. Pero no es autobiográfico: se toman esos cimientos para construir mundos más o menos inventados.

– T.: ¿Cómo ves el recorrido del policial en la Argentina?

– E.G.: Muy extenso y diverso, con una considerable profesionalización y proyección en las últimas décadas en autores como Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez, Pablo De Santis y otros.

– T.: ¿Considerás que el género cuento a pesar de la larga tradición rioplatense es marginado en el mercado?

– E.G.: Existe la fuerte idea de que vende muy poco, aunque en realidad casi toda la ficción vende poco en el último par de décadas. Pero la novela tiene una pre-fama asegurada de señora bien colocada tan endeble como la mala fama del cuento.

– T.: “Vivir en la salina” es uno de los grandes relatos de la literatura argentina. ¿Cómo ves hoy, a la distancia de la producción, esta historia?

– E.G.: Fue mi primer cuento de cierto peso y mantiene intactas sus virtudes, además de ser el rastro de mi pasión por Jack London en la época en que lo escribí.

– T.: ¿Qué autores actuales te parecen interesantes?

E.G.: Además de los citados en la respuesta sobre la policial, o clásicos como Fogwill o Hebe Uhart, agrego un poco al azar: Diego Muzzio, Mariana Enriquez, Valeria Correa Fiz, Luciano Lamberti, Samanta Schweblin, Ezequiel Alemián, o Felipe Polleri, Renso Rossello, Mercedes Estramil y Damián González Bertolino en Uruguay. Lo mantuve acotado al Río de la Plata, porque de lo contrario no alcanzaría la entrevista para América Latina y el resto del mundo.

– T.: ¿Te sentís más poeta que narrador?

E.G.: Para nada. Cuando escribo poesía, hago poesía. Y cuando escribo narración, cuento. Los dos campos conviven sin molestarse, al ser tan distintos. Sus tiempos de escritura dependen de cada una de las dos inspiraciones.

– T.: ¿Cuáles son sus lecturas poéticas?

– E.G.: Antes leía mucho más poesía, pero es cierto que vivían más gigantes. De entre los que descubrí en las últimas décadas, destaco a los chilenos Claudio Bertoni y Enrique Lihn, y a los uruguayos Roberto Appratto y Roberto Echavarren.

– T.: ¿Cómo ve la poesía actual?

– E.G.: Infinitamente fragmentada por los medios digitales y menos densa, salvo los autores que cité.

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