19 abril, 2024
Espectáculos

Tita Merello, una vida de leyenda

@RFilighera

Laura Ana Merello nació un día como hoy hace 116 años, y vio la luz en un conventillo del barrio porteño de San Telmo ubicado en la calle Defensa 715. Su padre, Santiago Merello, era chofer y su madre, de nacionalidad uruguaya, Ana Gianelli, planchadora.

La vida le fue signando a Tita pruebas de circunstancias adversas. Precisamente, cuando murió su padre, apenas era una bebé de cuatro meses, y mucho tiempo después empleó una elocuente frase para resumir esa temprana condición personal: “No tengo dudas en afirmar que el dolor nació conmigo”. Su infancia va a estar signada por la pobreza y la falta de cariño. Y en ese devenir de episodios que van a expresar su personalidad, a los cinco años va a ser derivada a un asilo de Villa Devoto, ante la imposibilidad de poder ser criada por su progenitora.

Infancia pobre y dolorosa

Tita vivió en Montevideo, Uruguay, años en que se desenvolvió como sirvienta, pero sin paga alguna. A los 10 años, aconsejada por un médico que le diagnosticó, de manera errónea, tuberculosis, fue trasladada por un tío a un campo que se encontraba cercano al partido de Magdalena, en el que tuvo la exigencia de realizar diversos trabajos, totalmente opuesto a la condición de una nena de su edad. Entonces, ayudó a esa familia a ordeñar vacas, preparar asados y limpiar la mugre que anidaba en los chiqueros.

El recuerdo de aquellos años se reflejaba en el siguiente relato: “Trabajaba como un hombrecito entre los hombres. Pasaban los días, pasaban las noches, nunca podía encontrar un mínimo gesto de ternura”. De esta manera, la soledad, la pobreza, muchas veces la hambruna, la invalidez emocional, le pusieron registro a la personalidad de aquella chica a la que Tita autodefinía como “triste, pobre y fea”. Y agregaba la emblemática figura: “Presentía por aquel entonces que nunca iba a poder salir de esa condición. Fueron para mí años muy complejos”, recordaría luego.

Muy joven, antes de adoptar el look que la haría famosa para siempre.

Modificó su condición de analfabeta

Se darán cita, luego, otras etapas en su vida. Con su madre, en 1916, casada en segundas nupcias, vuelve al centro porteño, Corrientes 1318 y con un medio hermano llamado Pascual Anselmi. Otro detalle sustancial en la conformación de su meteórico progreso: Tita fue analfabeta hasta 1920 debido a que nunca había podido concurrir a una escuela. Y según su propio testimonio, sólo era capaz de diferenciar la a de la o. Sin embargo, gracias a los buenos oficios de un amigo, comenzó a aprender el abecedario y nociones básicas de gramática y matemáticas. Aunque, siempre, exponiendo una personalidad dura y terca. El colega Néstor Romano escribió en la apasionante biografía de la actriz: “Jamás pasó por un conservatorio de arte escénico ni educó su voz en escuelas de canto. Simplemente se hizo en la calle. Sin ayuda de nadie, a fuerza de talento y voluntad, construyó una carrera que la llevó desde los bares del Bajo porteño y una cuarta fila de coristas a los primeros planos del tango y el cine nacional”.

Se convirtió en bataclana

Se acentúa, por aquellos días, su vocación por el arte. En 1922 continuó su carrera en el legendario teatro Bataclán, sala que estaba ubicada en la geografía de locales de baja categoría del Bajo Flores por su condición de ámbito de clase “C”. Sin embargo, en 1923 se van a producir hechos de particular relevancia en su vida. Aprendió a leer y se integró como vedette de los espectáculos del Teatro Maipo y acompañó a cómicos como Pepe Arias y Marcos Caplán.

En ese ámbito interpretó su primer tango “Trago amargo”. Posteriormente, estrenó “Leguisamo solo”, tema originado en tributo al popularísimo jockey y gran amigo de Carlos Gardel: Irineo Leguisamo, y lo cantó en la obra “En la raya lo esperamos”, de Luis Bayón Herrera, en el ya citado teatro Bataclán. Y así dadas las cosas, después, en el Maipo, volvió a poner su sello de presencia y dio a conocer el tango “Un tropezón”.

Y en ese devenir de apuesta importante al canto ciudadano, Merello estrenó “Te acordás, reo”, “Llamarada pasional”, “Decime Dios dónde estás” y “Muchacho rana”. En 1930, recibió el pedido de Libertad Lamarque de reemplazarla en un gran clásico: “El conventillo de la Paloma”, uno de los sainetes más populares de nuestros escenarios, y como paradoja del destino, con el paso del tiempo ambas actrices se van a convertir en “enemigas naturales” por algunos episodios de índole personal. En ese espectáculo compuso el personaje denominado “Doce Pesos”, que Lamarque había estrenado inicialmente.

Desde muy temprana edad, tuvo un carisma y semblante diferente a la mayoría de las actrices.

Un salto fundamental

En 1933 participa en la pieza fundacional del cine argentino, que se llamó “¡Tango!” En función de este trabajo, Tita y el resto del elenco, Alicia Vignoli, Alberto Gómez, Carmencita Calderón y Luis Sandrini, a efectos del contrato, debían aparecer, en los créditos, debajo de Libertad Lamarque. A su vez, la Merello formó parte de la gran compañía de Francisco Canaro, “La muchachada del centro”, en la que interpretó el tango que da lugar al título del espectáculo y también la milonga “Me enamoré una vez”, del propio Canaro e Ivo Pelay. Como detalle de color, luego de filmar “Noches de Buenos Aires” (1935), Merello no recibió propuestas de trabajo en cine por dos años y continuó, en consecuencia, actuando en el teatro Porteño, donde fue multada con 20 pesos por aparecer en público sin medias de nailon, lo que era considerado, por aquellos años, un acto de inmoralidad.

Y si de dato de color se trata, otro episodio particular en la trayectoria de la gran actriz. En el filme “Así es el tango” (1937), Merello recibió un papel cómico junto a Luisa Vehil. El director del filme, Eduardo Morera, comentó: “Habían compuesto un tango -titulado ‘Nostalgias’- para que Tita lo estrenara… Ella lo ensayó, pero cuando iba a interpretarlo me di cuenta de que su personaje no tenía nada que ver con el romanticismo de esa canción. Si Tita lo hubiera interpretado, habríamos quebrado el clima que requería la historia”.

Finalmente lo interpretó Vehil, y Merello se ofendió tanto que jamás lo volvió a cantar. Posteriormente, en 1942, Tita deslumbró al público y a la crítica especializada con su actuación en la obra “Buenos Aires de ayer y de hoy”, en la que desarrolló un rol histriónico y dotado de una gran fuerza expresiva. La obra fue realizada en el Teatro Presidente Alvear, así como también en el Solís de Montevideo. Durante esa temporada teatral, interpretó “Tranquilo, viejo Venancio” y “Se dice de mí”, una milonga con letra de Ivo Pelay y música de Francisco Canaro que hacía referencia a la fuerte personalidad de la actriz y que, además, se convirtió en un verdadero himno de su trayectoria.

Junto a Luis Sandrini, uno de sus amores.

En 1946 acompañó al gran amor de su vida, Luis Sandrini, a México para el rodaje de tres filmes. Dicha circunstancia le sirvió a Tita para intervenir en “Cinco rostros de mujer”. El filme contaba con la participación, además, de Arturo de Córdova, Carolina Barret, Ana María Campoy y Pepita Serrador. El director era Gilberto Martínez Solares y los guiones correspondían a Carlos A. Olivari y Sixto Pondal Ríos, quienes también se encargaron de realizar la adaptación del libreto.

En la Argentina

Ya de regreso en Buenos Aires, luego de la filmación de “Don Juan Tenorio”, la relación entre ambos se desgastó y ocasionó una crisis sin retorno. Sandrini recibió una propuesta del director Benito Perojo, en España, para filmar “¡Ole, torero!”, en 1948, lo que significó su primer trabajo en Europa; en tanto que Merello tuvo la oferta de un papel protagónico, puntualmente, para corporizar la angustiada madre en “Filomena Marturano”, pieza de Eduardo De Filippo que significó la consolidación de Tita como actriz dramática. Así dadas las cosas, se llevó a cabo la versión cinematográfica, que estuvo 13 meses en cartel, instalándose después una versión teatral.

Luego se dio cita otro gran título en su carrera: el filme “Arrabalera”, en donde cantó los tangos “Tarjeta postal” y “Arrabalera”, precisamente, la composición que dio origen al título de la citada película. Y en ese camino de grandes interpretaciones se hace presente otro trabajo definitivo en su carrera: “Los isleros”, donde corporizó el personaje de La Carancha, en escenarios naturales del río Paraná, junto a Arturo García Buhr. Su papel correspondía a una mujer que vivía en un ambiente hostil y, en medio de la falta de recursos y las inclemencias del clima propio de la zona. Fue un verdadero capolavoro de la inolvidable intérprete. Posteriormente, vinieron “Pasó en mi barrio”, “Guacho” y “Mercado de Abasto”, plausibles muestras de su talento innato.

Después, con el golpe militar al gobierno del general Juan Domingo Perón, Tita Merello, sin haberse declarado abiertamente peronista, como otros colegas, pasó a desgracia y fue prohibida. Tita tomó rumbo nuevamente a México, aunque su exilio duró poco tiempo debido a una serie de espectáculos que realizó la actriz sin demasiada fortuna. Luego, en 1958, tras la asunción presidencial de Arturo Frondizi, regresó a Buenos Aires. En los primeros tiempos se presentó en diversos locales y protagonizó, a su vez, el filme “Amorina”, con la dirección de Hugo del Carril.

La televisión

En tanto, sus apariciones en televisión se acrecentaron considerablemente y llegó a ser la protagonista, en 1964, de “Acacia Moreno”, un teleteatro escrito por Alberto Migré con la participación de Oscar Ferrigno. En televisión, había debutado recién en 1962 con “Tangos en mi recuerdo” y posteriormente intervino en “Vivimos así”, programa que debió abandonar por problemas de salud. Acto seguido formó parte de los siguientes filmes: “Los evadidos” (1964), “La industria del matrimonio” (1964), “Los hipócritas” (1965), “Ritmo nuevo, vieja ola” (1965) y “El andador” (1967).

Más tarde, ocupó el rol de columnista en “Sábados circulares”, programa ómnibus de Nicolás Mancera. Dicha circunstancia laboral le permitió acrecentar notablemente su popularidad. Además de cantar y relatar anécdotas, impuso la costumbre de aconsejar a las mujeres a realizarse exámenes ginecológicos para prevenir enfermedades. Más allá de la edad, su trayectoria no decayó. En 1980, el director Alejandro Doria la convocó para un papel importante en el filme “Los miedos”. Tras un retiro parcial, Enrique Carreras logró convencerla, en 1985, para regresar al cine con “Las barras bravas”, su última película, en la que el director le permitió modificar los guiones de acuerdo con sus pretensiones. En dicha película estuvo acompañada por Mercedes Carreras y Juan Carlos Altavista.

Con Gerardo Sofovich y su amada mascota Corbata. (Foto Archivo Diario Crónica)

Retiro y final

En la década del ochenta, molesta por el asedio de los medios periodísticos, Merello redujo sus apariciones públicas y se recluyó en su vivienda ubicada en el barrio de Recoleta, departamento que estaba ubicado en Rodríguez Peña entre Marcelo T. de Alvear y Santa Fe. Por entonces, sus cuadros depresivos se intensificaron y en algunas ocasiones confesó intentar acabar con su vida. El 11 de enero de 1998 debió someterse a un chequeo cardiovascular como consecuencia de una serie de mareos que padeció en su domicilio.

El parte médico emitido desde la entidad comunicaba que su estado de salud era “satisfactorio y con parámetros normales”. Luego de la internación, tomó la decisión de trasladarse a la Fundación Favaloro con el objetivo de efectuarse una revisión general. Tras recibir un permiso del doctor René Favaloro, optó por permanecer ahí hasta su muerte, ocurrida a los 98 años, en la Nochebuena de 2002.

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