18 abril, 2024
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Trenzas y sed de venganza: la asesina «más buscada» de Polonia que estremeció a Adolf Hitler

La sede de la Gestapo en Varsovia amaneció tranquila aquella mañana de 1942. La única novedad para los guardias fue la llegada de una jovencita bien parecida y de aspecto inocente. Veinteañera como mucho, se acercó a la entrada y pidió con voz trémula ver a un alto oficial nazi. «Es un asunto personal», musitó con miedo. El soldado sonrió –debió pensar que su jefe había dejado embarazada a otra chica más– y accedió a sus deseos. Minutos después, tras atravesar el pasillo, Niuta Teitelbaum abrió la puerta de la oficina, sacó una pistola con silenciador y disparó a la cabeza a su víctima. Como colofón, escapó sin levantar sospechas y se convirtió en la asesina más buscada por el Reich

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Cuenta la historiadora Judy Batalion, hoy vivaracha por videoconferencia a pesar del cambio horario con Nueva York –no hace mucho que el alba ha despuntado al otro lado del Atlántico–, que la vida de Teitelbaum fue una de las que más le impresionó cuando recopilaba información para su nuevo ensayo: ‘Hijas de la resistencia’ (Seix Barral). Aunque, con una sonrisa perenne que no la abandona durante toda la entrevista, recalca con presteza que se siente fascinada por cada una de las polacas que lucharon contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. «Han permanecido olvidadas, pero ahora toca sacarlas a la luz», afirma a ABC.

Heroínas ocultas

No sorprende el cariño que les profesa, pues lleva casi una década paseándose por los archivos para construir su pasado ladrillo a ladrillo. Entre risas, la australiana cuenta que su idilio con estas heroínas empezó por casualidad, tras ojear en la biblioteca un libro que esbozaba la vida de algunas de ellas. Por entonces era también comediante, un trabajo que hoy le parece haber desempeñado en otra vida. «Yo solía ser divertida en el pasado. Hacía chistes, bailaba… Pero ha llovido mucho desde aquellos tiempos». Esas historias de superación la cautivaron lo suficiente como para zambullirse de lleno en un mar que no dominaba, pero que la llamaba con cantos de sirena.

Así fueron emanando, poco a poco, historias personales como la de Renia Kukielka, columna vertebral de la obra. «De ella derivan el resto. Nació en Cracovia y era buena estudiante, pero su carrera se truncó con la invasión nazi. Fue encerrada en un gueto y se escapó en 1943, al entender que iba a ser asesinada», señala.

Como parecía aria, cuando tan solo sumaba 18 primaveras a sus espaldas se disfrazó de cristiana y se convirtió en lo que, por entonces, llamaban una ‘mensajera’. «Hacía de contacto entre dos guetos diferentes para organizar el levantamiento. Se encargó de comprar armas y ayudó a reos a escapar arriesgando su propia vida», completa.

La de Kukielka es una de sus historias predilectas. Hasta tal punto, que tiene que contenerse para no contarla entera. «Tenéis que leer el libro», afirma tras un corte abrupto. Pero no será por heroínas. Al minuto, ya se ha lanzado a explicar las vivencias de otra ‘mensajera’, una tal Vladka Meed. «Trabajó en la zona aria de Varsovia como parte de un movimiento bundista. Ayudó a armar el gueto para que se levantara contra el invasor de mil formas. Introdujo dinamita en él a través de un agujero que hizo con una cuchara, robó un mapa de Treblinka, desveló a los periodistas la existencia de los campos de concentración…». Las fuentes más cercanas a ella dejaron constancia de que había ayudado a unos 10.000 judíos en total.

Transparencia necesaria

Las mujeres en las que se ha fijado Batalion son muchas. Sin embargo, también se ha esforzado por transmitir aspectos más generales del conflicto como, por ejemplo, los diferentes movimientos de resistencia que existían en el país. «La imagen que tenemos de los años treinta está distorsionada. En Polonia había cierta igualdad; un ejemplo es que las judías estaban emancipadas, tenían estudios, trabajaban… En 1931, el 45% de la fuerza laboral eran mujeres. Era una cultura mucho más moderna de lo que podamos pensar», sentencia.

Beowulf Sheehan
Beowulf Sheehan

Como muchas de ellas ya estaban acostumbradas a liderar asociaciones juveniles, no tuvieron problemas en empuñar armas y en ponerse a la cabeza de otros tantos compañeros.

Por descontado, el ensayo ha sido elaborado a su imagen y semejanza. Así, Batalion ha dedicado un capítulo muy extenso a estudiar la importancia que tuvo durante el Holocausto el humor. «Hay libros enteros que recopilan los chistes que se contaban. Yo busco, entre otras cosas, analizar la forma en la que lo utilizaban las mujeres. Ellas se valían de las bromas para liberar tensión. El momento en el que alguien ríe, aunque sea por un segundo, ahuyenta el dolor y la barbarie», confirma. Sin tiempo para más, antes de despedirse hace una petición: «Dile a tus lectores que sigo siendo graciosa». Y, como lo prometido es deuda, queda confirmado.

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