3 mayo, 2024
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Un libro rescata vida, leyenda y revelaciones inéditas sobre César Vallejo

El periodista y escritor peruano Daniel Titinger homenajea al gran poeta de su país.

En el libro “El hombre más triste”, el periodista y escritor peruano Daniel Titinger se sumerge en los sitios mas complejos, atormentados y virtuosos de la personalidad y la vida de César Vallejo (1892-1938), poeta que se transformó en un mito para el país que lo vio nacer y el mundo, a partir de la trascendencia de su obra, después de su joven muerte, hecho que dejó profundos interrogantes así como seguidores que le rinden culto, cada mayo, el mes que más amaba el autor de los “Poemas humanos”.

Con una prosa literaria que se sostiene a lo largo de toda la obra, descripciones que transportan a los escenarios y paisajes donde vivió el escritor e información rigurosa, Titinger logra un libro atrapante y conmovedor del universo vallejiano donde abundan las disputas, los celos, la miseria de su vida en París, los viajes, el compromiso político con la resistencia española, la difícil convivencia junto a su mujer Georgette, las conjeturas sobre la verdadera causa de su muerte y los enfrentamientos de su viuda con biógrafos y editores.

La punta de lanza de esta obra, editada por Universidad Diego Portales, (o Big Sur), es el hallazgo de documentación inédita que la mujer del autor de “Trilce” y “Los heraldos negros”, le dejó a una de sus vecinas, en Lima, ciudad que la viuda del poeta eligió para vivir sus últimos años, y a la que el periodista pudo acceder.

“El momento clave, lo que catapultó que al final me atreviera a escribir el libro, fue encontrarme con un maletín de papeles inéditos que la viuda de Vallejo le heredó a una vecina suya. Fue un golpe de suerte”, dice Titinger en diálogo con Télam desde Perú.

Además de ese hallazgo, el periodista realizó durante siete años una investigación que lo llevó a la lectura de biografías escritas sobre Vallejo y realizó viajes a Santiago de Cucho -pueblo donde nació el escritor- Trujillo, Lima y París, donde visitó la tumba del escritor, y hasta tuvo a su alcance un mechón de cabello del escritor.

Telam SE

Autor de crónicas como “Dios es peruano”, “Cholos contra el mundo” y “No quiero salir de casa”, Titinger dice que decidió escribir sobre Vallejo a pedido de Leila Guerriero, editora del libro y agrega: “Dije que sí porque adoro a Vallejo, y hasta en la crítica confieso que todo lo que he escrito sobre él es un homenaje”.

-Télam: Tengo la sensación de que César Vallejo entró a tu vida desde la infancia, en el ámbito escolar, por la dimensión que evidentemente tuvo y tiene no solo en Perú, sino en el mundo, pero ¿a partir de qué momento comienza tu admiración?
– Daniel Titinger: Vallejo ingresa a la vida de casi todo peruano desde el colegio, pero lamentablemente no desde la poesía. Ni siquiera desde sus mejores obras en prosa. A mi vida escolar ingresó tal vez con un cuento y una novela, lo cual supone que descubrí en mi infancia al peor Vallejo, desde el punto de vista literario. Tampoco conozco si hoy en día, con la educación paupérrima que tenemos en el Perú, Vallejo sea un referente para un escolar.

Si hoy le preguntasen a un joven universitario, recién salido del colegio, quién fue César Vallejo, seguro su respuesta estará más ligada a la universidad que lleva su nombre, o incluso al equipo de fútbol que lleva su nombre. Yo descubrí al poeta en mi adultez, así que llegué tarde a Vallejo, pero esa tardanza sirvió para aprender a borrar al otro (al de la infancia) e iluminar al nuevo, al que llegaba a mi vida con su poesía tan humana, tan triste, tan cortarse-las-venas, en una época, en la que uno necesita y busca esa humanidad, esa tristeza, ese desgarramiento interior. ¿Cuándo decidí escribir sobre Vallejo? La respuesta ni siquiera da para la anécdota. Me lo pidió Leila Guerriero, editora y amiga, y se sumó Martín Rivas, poeta, amigo y director de la Editorial Diego Portales. Sin embargo, como siempre digo, uno puede decir que no a estos pedidos. Dije que sí porque adoro a Vallejo, y hasta en la crítica confieso que todo lo que he escrito sobre él es un homenaje.

– De la lectura del libro emerge una especie de “disección” de la vida y obra del autor ¿Cuánto tiempo te llevó la investigación y qué te propusiste?
-Soy un convencido de que la obra no se puede separar de la vida, y al revés. Y ahí entramos a una cuestión que siempre me planteo y que se parece al dilema del huevo y la gallina. En todo caso, ambas se explican mejor conociéndose.

La investigación me llevó siete años, pero pudo durar toda la vida. Nunca se deja de investigar sobre César Vallejo, y pude quedarme en ese trabajo hasta la vejez, e incluso así no poder llegar al deadline. Como bien planteas, tuve, entonces, que tener una hipótesis, que es casi como hacer una tesis y reducir el universo a solo una complejidad, un solo elemento del cual “jalar la pita”. Yo partí en esta investigación suponiendo que iba a encontrarme con el hombre más triste del mundo, que reflejó en su obra toda esa tristeza. ¿Cómo terminé? Esa es otra cuestión, y siempre pido que el libro hable por mí.

-¿Qué dato clave obtuviste a partir de la investigación que iniciaste?
-El momento clave, lo que catapultó que al final me atreviera a escribir el libro, fue encontrarme con un maletín de papeles inéditos que la viuda de Vallejo le heredó a una vecina suya. Fue un golpe de suerte. Una tarde me llamó un amigo, el escritor Gustavo Rodríguez, quien acaba de ganar el premio Alfaguara, y me contó que la noche anterior había estado en una reunión con la hija de esa vecina, y que esa mujer tenía unos papeles sobre Vallejo.

Yo no sabía con qué me iba a encontrar, pero entre esos papeles que la e vecina tuvo a bien mostrarme estaba la historia clínica de los últimos días de César Vallejo en una clínica parisina. Y ahí empecé el libro, con esa muerte. Desde esa muerte, traté de explicar su vida, o al menos ese retazo de vida (esa tristeza) en la que yo quería sumergirme. Creo firmemente que sin ese maletín no hubiera sido capaz de escribir el libro. Gustavo me salvó. O en todo caso es el culpable del puntapié inicial, como se dice en el fútbol.

– La muerte temprana de Vallejo, la tardía trascendencia de su obra, sumado a otros aspectos, como el exilio, lo elevaron a la figura de mito ¿De dónde considerás que surgió la admiración, fanatismo y “apropiación” de la figura de Vallejo?
– Con el tiempo, y siempre entendiendo que los papeles de su poesía póstuma hubieran sobrevivido (como ocurrió) me imagino que de todas maneras César Vallejo se hubiera vuelto un poeta universal, solo que esto ocurrió más rápido de lo normal. La pelea entre la viuda y los biógrafos, que habían sido amigos de Vallejo, fue pólvora de dinamita. Se escribían cosas horrendas, se detestaban, pero en medio de todo publicaban a Vallejo, y la obra empezaba a conocerse en círculos literarios en los que antes de su muerte el poeta solo era un cronista que hablaba mucho de la guerra civil de España. No deja de ser gracioso o curioso que poetas de la talla de Huidobro o Neruda (he puesto de manera casual dos ejemplos chilenos) de pronto hablasen de César Vallejo desde la intimidad, cuando jamás fueron tan íntimos. En ese sentido, yo creo que las grandes guerras literarias – y seguro esta fue una de ellas – le hacen bien a la literatura.

– A la par de la figura de Vallejo emerge la de Georgette, que cobra una dimensión imprescindible. ¿Considerás que ese vínculo es casi único en los ejemplos de otras relaciones entre los autores y sus esposas o parejas?
– Martín Caparrós escribió una vez algo así como que el problema con las viudas literarias es que no dejan de serlo hasta que mueren. Él lo dijo mejor, por supuesto. Georgette amaba tanto como odiaba a su exesposo, y la entiendo perfectamente. Esa mochila debió pesar bastante.
Tener que hacerse cargo de la obra monumental de su marido en una época en que los derechos de autor no servían para nada. Los biógrafos de Vallejo, por otra parte, parecían los verdaderos viudos, y las editoriales del mundo publicaban la poesía -sobre todo la póstuma-, en diversos idiomas, sin pedirle permiso a ella. Entre los papeles que descubrí en ese maletín inédito he visto cartas de editores que apenas le avisaban que iban a publicar tal o cual poema de Vallejo. Como pago, a veces le mandaban dos copias. Ella vivía furiosa, pero no solo por eso. Era una mujer difícil. Yo diría que intratable. Pero ya llegará el tiempo de los viudos literarios, porque la escena literaria mundial ha estado marcada por hombres. ¿Qué sucederá cuando los hombres sean -seamos- los viudos? Seguro seremos peores. Hay que dejar a Georgette en paz.

– ¿Qué elementos intervinieron para que pudiera trascender la obra de Vallejo?

– La respuesta que se me ocurre, y ojalá esté en lo cierto, es una edición facsimilar de la poesía completa de Vallejo, que se volvió muy famosa. Pero para llegar a eso, la viuda ya llevaba peleándose con todo el mundo más de treinta años. ¡Qué desgastante! Imagínate vivir con esa furia – porque era furia lo que ella tenía – por tantos años. Murió muy sola. Nadie la visita ni siquiera en el cementerio donde está enterrada, en Lima. Ella pidió que sus restos jamás volvieran a Francia, donde nació. Mientras que los de Vallejo permanecen allá, lejos del Perú, en un cementerio tan hermoso como el de Montparnasse. A veces pienso que la verdadera protagonista de mi libro es ella. O quiero pensar que debió ser ella. No hubiéramos tenido a Vallejo sin Georgette, de eso estoy seguro.

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