“Textos y discursos radicales” de Martin Luther King (1929-1968) recopila una selección de textos e intervenciones del líder antisegregacionista entre 1955, cuando adquirió relevancia en el movimiento que encabezaba en el sur estadounidense, y 1968, año de su asesinato en Memphis, un lapso de 23 años en los que se convirtió en un líder político-religioso decisivo.
Como sostiene Cornel West en el prólogo a la edición que acaba de publicar el sello Tinta Limón en Argentina, el nombre Martin Luther King tiene el “poder de evocar un momento de intensa lucha tanto como el de evidenciar los riesgos de vaciamiento a los que la iconicidad somete a un pensamiento político”.
Como si fuera un antídoto para la segregación de pasado con ecos en el presente, esta recopilación articula discursos, sermones y artículos en los que es posible encontrar “otro King”, más complejo, polifacético y militante. Más estratega que moralista, más conflictivo que pacificador. El libro no es una mera celebración o un rescate exótico, sino una invitación al análisis de un pensamiento para detectar potencias y límites, recursos y obstáculos, plataformas de despegue y callejones sin salida. Aporta, además, a un modo de construir archivos del pensamiento político y militante del siglo XX, una orientación que busca salvarlo del olvido y de la nostalgia.
El libro sobre los discursos
La primera parte del libro abunda la discusión ética y moral fundamental en su pensamiento y explora elementos para una concepción del amor -que es casi una teoría política del amor-, a partir de la categoría platónica de ‘agape’, una noción decisiva para comprender la orientación general de la política de King, en la medida en que remite a una universalidad fraterna como horizonte político.
La segunda parte se organiza en torno a aspectos teológico-religiosos, de teoría e historia de la religión cristiana. Son el corazón de sus intervenciones teológicas, el momento en que el líder político expone su faceta de predicador.
Allí se tratan las relaciones entre diferentes comunidades religiosas, se reflexiona sobre la salvación del alma, sobre el racismo, sobre las relaciones entre el pueblo negro y el pueblo judío – en tanto pueblos esclavizados y diasporizados que buscaron su libertad- y sobre la importancia de la hermandad como figura política -y familiar- que da sentido a la igualdad de los seres humanos entre sí. Esta parte, como sería de esperar, está muy marcada por las lecturas bíblicas de King, pero no son una referencia exclusiva: las influencias de Gandhi y el hinduismo.
La última parte del libro reúne textos que articulan críticas y denuncias sociales. King cuestiona el orden social y racial -en especial el norteamericano, pero no solamente- y también al capitalismo y el socialismo de la Guerra Fría. En esas páginas, repiensa la estructura blanca de poder, los regímenes autoritarios y las resoluciones bélicas y letales de los conflictos sociales, al racismo, a la desigualdad, al legado esclavista, al imperialismo norteamericano.
King fue un pastor bautista y militante político. En 1954 fue nombrado Ministro de la Dexter Avenue Baptist Church en Montgomery, Alabama.
Al año siguiente tendría lugar en esa ciudad el famoso boicot al transporte público simbolizado en el rechazo de Rosa Parks a dejar su lugar a un blanco. Convertido en un referente de dicho boicot, King fue un actor protagónico del Movimiento por los Derechos Civiles, una secuencia de lucha político racial decisiva para la historia estadounidense y mundial.
Entre sus principales aportes se cuenta la reivindicación de la acción directa no violenta como recurso político, que King tomó de Gandhi y adaptó a la coyuntura segregacionista, supremacista y clasista norteamericana. El 4 de abril de 1968, en el marco de un viaje a Memphis para apoyar una huelga de recolectores de basura, fue asesinado de un disparo.
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