28 abril, 2024
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Alejandro Zambra: “Leer es la ocupación ideal de los que viajan y de los que esperan”

Foto: Prensa.

La literatura de Alejandro Zambra abre pliegues para abordar el mundo porque en sus novelas, como las reeditadas recientemente “La vida privada de los árboles” y “Bonsái”, respira la pregunta por los vínculos: cómo los vivimos, si los sostenemos y a qué costos, y cómo se transforman en posibles ecos de un pasado que nos constituye pero que no suele ser estático, que se muestra versátil, fundamentalmente, a partir de la forma en que lo narramos.

Con prólogos de Margarita García Robayo (“La vida privada de los árboles”) y Leila Guerriero (“Bonsái”), estas dos novelas de Zambra (Santiago de Chile,1975) vuelven a las librerías después del éxito de “Poeta chileno”, su última obra, una de las más leídas en tiempos de pandemia, encierros y repliegues.

Pero a esos dos títulos se suma otra reimpresión: “Tema libre”, un conjunto de ensayos, relatos y crónicas en las que el autor chileno radicado en México, en sintonía con otro de sus libros –“No leer”– aborda sus rodeos sobre la escritura, la traducción, qué pasa cuando la lectura se convierte en trabajo; y presenta un cuento dedicado a la ciudad de Buenos Aires.

Acerca de esos temas sobre los que vuelve en su obra como la crianza, los nombres que le asignamos a los vínculos, el trabajo con los editores y sus proyectos de escritura, Zambra habla en esta entrevista con Télam vía correo electrónico.

“Ya habrá tiempo de hablar de esa novela, es que recién la estoy re-conociendo…”, responde ante la pregunta por la ficción en la que está trabajando en estos días en los que también está atento a lo que pasa en su país, Chile, con la llegada de un presidente de su generación como Gabriel Boric y el plebiscito previsto para el próximo domingo en el que los chilenos decidirán si aceptan reformar su Constitución para reemplazar a la de 1980, gestada durante la dictadura pinochetista: “Tanta gente leyendo, en silencio o en voz alta pero más o menos al unísono, la propuesta de Constitución. Nunca antes habíamos estado leyendo el mismo libro y al mismo tiempo”, dice sobre ese proceso.

– Las dos novelas que se reeditaron tienen continuidades o temas que insisten: por ejemplo la figura del padrastro, de quien comparte intensamente un tiempo en la vida de un niño o niña. Todo lo que se puede desarrollar en ese vínculo está en “La vida privada de los árboles” y después crece, toma otra forma en “Poeta chileno”. ¿Cómo pensás las continuidades en tu obra?
– Bueno, entre libro y libro siempre ha habido un periodo de balbuceo, de garabato, de ruido blanco, de borrador. Una especie de realfabetización. Entonces cada libro es como el primero. Y es que en realidad no tiene por qué haber un libro siguiente. No hay nada, en abstracto, que lo haga necesario. Hasta que se te vuelve necesario por sí mismo. Me gusta la idea, también medio romántica, de que todos los libros son más bien borradores o entregas parciales de un libro futuro, pero a la vez, cuando estoy en medio de algo, no hay futuro sino el puro presente de un libro único, primero y último. Más que un plan previo o una idea general o generadora, hay obsesiones, insistencias, recurrencias y desvíos. Porque también cada nuevo libro en cierto modo está en contra del anterior. Se parecen, pero como se parecen los hermanos.

– En el epílogo de “La vida…”, Margarita García Robayo dice que podría ser un libro sobre la espera por ese desarrollo de la conjetura que hace el narrador. ¿La escritura puede ser una forma de desarmar las esperas o de canalizar las ansiedades que generan?
– Es linda esa de “desarmar las esperas”. Fuimos muchos los que nos volvimos lectores en los largos trayectos en micro o en metro al colegio o a la facultad. Leer es la ocupación ideal de los que viajan y de los que esperan. Y escribir también, sobre todo cuando llegas al momento más placentero, que es cuando olvidas que estás escribiendo y los planes previos no solamente fracasan sino que se vuelven irrelevantes.

Foto Prensa
Foto: Prensa.

– Sobre esa novela y “Poeta chileno”, hay una pregunta que resuena: ¿qué pasa con los hijos de las parejas cuando no hay vínculo de sangre y hay una separación? En los dos casos la lectura parece ser el eco de ese recuerdo, un lugar adonde ir a buscar esa intimidad y cotidianeidad que se llegó a compartir.
– Sí, “La vida privada de los árboles” y “Poeta chileno” hasta podrían ser consideradas versiones de un mismo libro, con diez o doce años de diferencia. Ambos tratan de responder esa pregunta que me haces, que nos hacemos. Daniela, la niña de “La vida privada de los árboles” es contemporánea de Vicente, el protagonista de “Poeta chileno”. Quizás ese es el desplazamiento esencial del personaje, que pasa de secundario a protagonista. Vicente sería el primero en rechazar el lugar de víctima y sin embargo lo es. Para mí el corazón de la novela es ese capítulo del cuartito, en que lo vemos intentando procesar la desaparición de la biblioteca, que en realidad es la desaparición de su padrastro, pero a él, que ha sido abandonado, le cuesta comprenderse como abandonado, porque entiende o quiere entender que la abandonada es su madre.

– Yendo a “Tema libre”, hay una figura que también está presente en “No leer”: el editor Andrés Braithwaite. ¿Cómo ha sido tu trabajo con los editores o editoras al escribir ficción?
– Muy buena e intensa. Hay un periodo largo en que me encierro, pero apenas salgo al sol y comparto un borrador, o el borrador de un borrador, pruebo mucho, ensayo mucho. Trabajar con Jorge Herralde fue un lujazo, qué puedo decir. Y ahora tengo la suerte de hablar bien seguido con Silvia Sesé, y también con Andrés, que fue mi editor cuando yo escribía en prensa y luego me ayudó a armar “No leer” y “Tema libre”, pero también editó “Poeta chileno”. En general muestro mucho los libros antes de publicarlos, dependo de mis amigos, de nuestros trueques permanentes, llevamos décadas leyéndonos los unos a los otros. Siempre estoy leyendo algún manuscrito ajeno, me parece que eso no cambia, tengas veinte años o setenta. Hay cosas que encuentras al tiro en los libros de los demás, pero eres incapaz de ver en la escritura propia. En mi caso también porque siempre siento que el texto es provisorio y le meto mano hasta el final, lo que a veces me impide llegar al final..

– En uno de los textos de “Tema…” está el fin del libro, la materialidad del ejemplar entregado como instancia de duelo. Hay algo que ya no se puede modificar. ¿Cómo vivís las reediciones?
– Con callada alegría, sobre todo. Es que después de publicar, me tranquilizo. Supongo que es como cuando ves alejarse a alguien hasta que se pierde en el horizonte. Me gustó cuando publicaron esas dos novelas juntas, pero igual me alegra que ahora vuelvan a circular por separado y con esos epílogos tan generosos de escritoras que admiro. Sobre todo me alegra por “La vida privada de los árboles”, que es mi libro regalón, el que yo más quiero, no sé explicar por qué, tal vez simplemente tengo idealizado el recuerdo de los meses en que lo escribí.

– ¿Cómo estás viviendo este momento político de Chile? Pienso en los personajes de tus novelas y creo que muchos estarían ilusionados o involucrados en este presente político.
– Claro que sí. Los imagino tan nerviosos como estoy yo ahora mismo, a la espera de que aprobemos la nueva constitución. He gozado estos meses de discusiones intensas. Tanta gente leyendo, en silencio o en voz alta pero más o menos al unísono, la propuesta de Constitución. Nunca antes habíamos estado leyendo el mismo libro y al mismo tiempo. Aunque nunca leemos lo mismo, claro. Espero que ese libro nos permita volver a conversar. Aprender de nuevo a conversar, perderle el miedo al movimiento permanente, a las contradicciones, a los malentendidos, a la incertidumbre. Jugar en esa cancha. Son desafíos grandes, pero de eso se trata, pienso yo.

– ¿En qué estás trabajando ahora? ¿Hay algún proyecto de escritura que estés encarando y del que puedas contar algo?
– El próximo año voy a publicar un libro de poemas, relatos y ensayos que se llama “Literatura infantil”. Es el libro en que estuve trabajando desde que terminé “Poeta chileno”. Y he vuelto a entrar, a pasos tentativos, a una novela que por culpa de “Poeta chileno” quedó a medias y me gusta muchísimo imaginar que voy a terminarla pronto. Vamos a ver.

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