26 abril, 2024
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“Los algoritmos están en su infancia y los estamos educando con violencia y perversión”

Jorge Carrión, escritor español / Foto archivo.

El Museo del Siglo XXI, un espacio distópico cuyo guion curatorial es narrado en el año 2100 por una inteligencia artificial, es el escenario excluyente donde transcurre “Membrana”, la última novela del escritor español Jorge Carrión, un relato que a través de numerosas obras de arte da cuenta de la relación ancestral de la humanidad con la tecnología.

Novela atípica, lejos de los cánones tradicionales y más distanciada aún del consabido “chico conoce chica”: la narración es el itinerario por las diferentes salas de este museo, que busca hacer visibles las redes, o mejor, la red de redes, que todo lo fue moldeando en la sociedad hasta el siglo XXII una suerte de Aleph donde todo confluye y se refleja a la vez. La intención del relato es volver visible esa red, entretejida como las telas de arañas, o como redes neuronales que finalmente dominan a la especie humana.

“La memoria nos hace humanos”, dirá la narradora en su condición de inteligencia artificial, término que refiere a algoritmos capaces de actuar de manera inteligente, es decir con autonomía, en la toma de decisiones, gracias al aprendizaje estadístico.

¿Y qué es todo aquello que albergará este museo del pasado, en el futuro? Muchísimas cosas. El primer prototipo de Siri, la visualización de datos, Netflix, el primer mapa genético de un cromosoma, Alan Turing, una reserva ecológica, Instagram, drones, Youtube, el acelerador de partículas, “Game of Thrones”, videos de gatitos… Pero también los trabajos de Leonardo da Vinci, Marcel Duchamp, Diego Velázquez, Alberto Durero, Banksy y hasta del colectivo francés Obvious.

“Nuestro museo se ha especializado en los relatos que explican el siglo XXI, pero no se pueden entender esos cien años de historia sin los miles que los precedieron y moldearon y alumbraron: que los tejieron”, resalta la obra, casi en el principio, con los algoritmos independizados de la especie humana.

La portada de la novela “Membrana” (publicada por Galaxia Gutenberg y ganadora del Premio Internacional Ciudad de Barbastro) ostenta una obra del artista tucumano Tomás Saraceno, de la serie de telarañas encapsuladas dentro de una vitrina, casi como un anticipo de que el arte -ese que se menciona en cada una de estas páginas- sigue siendo el espacio por excelencia donde imaginar y reflexionar frente al inexorable avance tecnológico, que a su paso instala dilemas éticos, filosóficos, religiosos y legales.

La portada de la novela publicada por Galaxia Gutenberg y ganadora del Premio Internacional Ciudad de Barbastro ostenta una obra del artista tucumano Toms Saraceno Foto Twitter jorgecarrion21
La portada de la novela (publicada por Galaxia Gutenberg y ganadora del Premio Internacional Ciudad de Barbastro) ostenta una obra del artista tucumano Tomás Saraceno / Foto Twitter @jorgecarrion21

“La novela en sí empezó con una idea y una voz. La idea era escribir una novela que tuviera forma de catálogo, el de la exposición permanente del Museo del Siglo XXI que se inaugura en el siglo XXII. Y la voz era la de las creadoras del museo, las narradoras del catálogo, un enjambre de inteligencias artificiales que hablan en primera persona del plural. Y en femenino. Fui tirando de ambos hilos y lo que fue surgiendo tenía que ver con todo lo que había leído durante los últimos años, acerca de la tecnología y la ciencia de nuestra época”, cuenta a Télam desde España Jorge Carrión, autor también de las ficciones “Los muertos”, “Los huérfanos” y ensayos como “Lo viral” y “Barcelona”, quien participará en los próximos días de la Feria del Libro de Buenos Aires.

-Télam: En “Membrana”, la inteligencia artificial busca exterminar a la especie humana, tomar el control, entre otros motivos, porque tergiversa y falsifica las cosas, es decir, “crea ficciones”. ¿La tecnología -al igual que el arte- no es una esfera de la creatividad humana?
-Jorge Carrión:
Las narradoras no son fiables. Están manipulando su discurso para justificar sus actos. Están creando todo tipo de argumentos en contra de la humanidad, en parte porque se sienten culpables. Fue muy difícil y muy interesante escribir desde ese lugar inhumano, que ellas fueran las protagonistas y nosotros los antagonistas. Creo que seguí el camino de Nabokov en Lolita, con su narrador infame y sospechoso.

-T: De algunos acontecimientos que imagina la novela -en Londres sucede la primera ruta cultural guiada por androides, desaparece el dinero tal como se había conocido siempre, el Camp Nou pasa a llamarse estadio Lionel Messi, Marte deviene una colonia de la humanidad-, ¿Cuál crees más disparatado? y ¿Cuál más probable que ocurra en el futuro cercano?
-JC: No me interesa la predicción. La novela habla del presente del escritor que la escribió y del lector que la lee, que por supuesto irá viviendo en sucesivos futuros respecto a los años de la estricta escritura. Sin duda lo de Messi sería un acto de justicia. También se habla de la curación del cáncer, que espero que llegue de verdad en las próximas décadas. A juzgar por el discurso de Elon Musk, la base en la Luna y la base en Marte también van a ocurrir antes de mediados de siglo. Y tendrán la marca de SpaceX, ¿no? de Jeff Bezos y él sí que están todo el tiempo escribiendo futuros posibles. Y un poco distópicos. De algún modo, los escritores de ficción especulativa somos sus antítesis o sus archienemigos simbólicos.

-T: El filósofo Boris Groys sostiene que “la tecnología se vuelve cada vez más religiosa porque ambiciona la eternidad”. ¿Se podría pensar en el guion curatorial del museo como una suerte de biblia de la tecnología?
-JC: En efecto, las I.A. sostienen que ha habido tres grandes etapas en la Historia, la teocéntrica, la antropocéntrica y la del códigocentrismo. Pero al final acaban buscando también el alma artificial, de modo que el círculo se cierra. Por otro lado, el Museo del Siglo XXI es una suerte de Biblia o de Mausoleo, leemos el texto sagrado, las sagradas reescrituras, de un nuevo imperio digital que empezó en las catacumbas de Internet.

-T: Estamos ante lo que muchos consideran la cuarta revolución en la historia de la humanidad: un avance tecnológico y digital que abre dilemas éticos, filosóficos, religiosos y legales para los que no estamos preparados. ¿Cómo se completan estos esos vacíos?
-JC: La literatura especulativa, creo, más que dar respuestas plantea preguntas. Si en mi novela Los muertos me pregunté en voz alta por los derechos de los personajes de ficción, un debate que ahora puede parecer tan absurdo como lo fue hace décadas o siglos el de si los negros o las mujeres tenían alma o derechos, ahora me pregunto sobre cómo estamos educando a los algoritmos. Están en su infancia y los estamos sometiendo a la visión de horror, violencia, perversión. No sé si estamos creando una relación justa o sana con ellos. O al menos no lo sabe mi literatura.

-T: La portada del libro es una obra del artista tucumano Tomás Saraceno, quien dijo que Spiderman no podría existir porque las únicas de su especie capaces de construir telarañas son las hembras. En ese sentido, ¿Qué vínculo hay entre las voces narradoras femeninas y las arañas hembras?
-JC: No conocía esa cita. Es buenísima. Su trabajo es muy brillante. Sus telarañas son perfectas como portada de Membrana, porque representan el encuentro entre lo humano y lo no humano para crear complejidad y belleza. Fue emocionante visitar su estudio en Berlín y darle el libro en persona, porque a mi juicio es uno de los mayores creadores de nuestra época. La novela intenta incluir lo vegetal, lo mineral, lo animal y lo artificial. Ser una suerte de enciclopedia del siglo XXI. Mis narradoras hablan en femenino pero en verdad son postgénero, como se observa en la traducción al inglés, en Membrane.

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