3 mayo, 2024
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Sofi Oksanen: «Un bebé de un vientre ucraniano no es más valioso que un chiquillo ucraniano al que le cae una bomba»

Cuando Sofi Oksanen (Jyväskylä, Finlandia, 1977) escribió ‘El parque de los perros’ (Salamandra), su última novela, el mundo en el que lo hizo era distinto al que estos días habitamos todos, a uno y otro lado de la frontera de Ucrania. La guerra lo vuelve todo relativo y reordena las prioridades de una existencia que, ahora lo sabemos, es tan efímera como frágil. Aunque gracias a historias como la que la autora finlandesa narra en ese libro somos conscientes de la importancia de la literatura no como arma, palabra fea donde las haya, pero sí como instrumento, término algo menos antipático, para entender un poco mejor el porqué de una actualidad tan cruel, terrible.

Helsinki actual, ‘El parque de los perros’ pone de manifiesto la siempre difícil relación entre Occidente y Oriente. Lo hace a través de las historias de Olenka y Daría, dos mujeres condenadas a vivir una vida que podría haber sido diferente si hubieran tomado decisiones distintas a las que, en un momento de su pasado, se vieron obligadas a adoptar. Como trasfondo, la corrupción y la ‘industria’ de la fertilidad y los vientres de alquiler, un asunto que, con la guerra de Ucrania, ha vuelto a estallar en la cara de una sociedad que insiste en mirar hacia otro lado.

—¿De dónde surge esta historia, qué le llevó a narrarla, qué buscaba?

—Hace tiempo que quería escribir una historia sobre el regreso a casa. Al acabar la ocupación soviética, en los 90, sus tropas se van del país. Por eso quería hablar también de las políticas de Stalin. El padre de la familia de la novela se plantea volver a casa. Me di cuenta de que Ucrania tiene un código familiar un tanto peculiar, que ofrecía la posibilidad de que un hombre de negocios oscuro se pudiera plantear abrir una agencia de fertilidad. Ucrania era el destino preferido para tratamientos de fertilidad antes de la guerra, el lugar más barato donde conseguir un bebé blanco, así de claro. Me parecía interesante. Podía usar la idea de ese negocio como plataforma para escribir acerca de toda la sociedad.

—Ahora que la novela se ha vuelto tan terriblemente actual, ¿cómo la ve?

—Rusia no ha cambiado su rumbo, estamos ante una invasión, no me ha sorprendido. La guerra ya empezó en 2014. Todo el mundo seguía entonces la revolución, las protestas, pero de un día para otro los medios internacionales perdieron interés. Yo me seguí informando, seguí al tanto de esa actualidad, por eso no me ha sorprendido la invasión rusa. Sí me han sorprendido las sanciones que ahora ha impuesto la UE, pero a Putin le podían haber parado hace mucho. Lo de Crimea fue un desastre, los países occidentales europeos no estuvieron a la altura, fueron bastante ingenuos respecto a Rusia. Por lo menos, el influjo de dinero sucio de Rusia a Europa, esta corriente, ha parado, y eso es muy importante. Tendría que haberse parado antes, claro está. Europa no debe ser la lavadora para blanquear el dinero asqueroso ruso, de los oligarcas rusos y Putin y su camarilla, que se dedican a enviar sus millones a empresas en paraísos o donde sea. Al menos ahora el mundo está unido y se han congelado esos activos, y espero que se usen para reconstruir Ucrania, porque si algo se destruye hay que repararlo.

—¿Cómo valora el papel de Occidente, de Europa y EE.UU., en este conflicto? ¿Cree que deberían cerrar el espacio aéreo, como pide Zelenski?

—Todos los ucranianos están pidiendo que se cierre el espacio aéreo, es un llamamiento unánime. Ucrania no es una cosa preciada para Rusia, lo es para todo el mundo. Cuando ocurre algo en Ucrania afecta al resto del mundo. Es un país rico, y no sólo por el trigo o el maíz, sino porque tienen su industria militar, el carbón, recursos nacionales… Y toda esa riqueza debería ser para ese pueblo y para la prosperidad de esa nación, pero se les robó. Ahora, por suerte o desgracia, todo el mundo se ha dado cuenta de la importancia de Ucrania, que es una de las razones por las que escribí esta novela, quería recordarlo. La lengua ucraniana está muy oprimida, los libros en ucraniano no se exportan, la cultura rusa domina. A nadie le importa la cultura ucraniana. Yo esperaba que hubiera un flujo de autores ucranianos después de 2014, pero no pasó. Por eso quise hablar de ucrania. Qué triste que haya tenido que llegar una guerra para despertar ese interés.

—¿Cómo acabará esta guerra? ¿Hay futuro para el pueblo ucraniano?

—Toda guerra termina y más tarde o más temprano empezarán las negociaciones de paz. Pero veremos de qué tipo de negociaciones de paz hablamos, porque, por el momento, no sé si Rusia se las está tomando demasiado en serio, no se puede hablar de negociaciones de paz. Las tropas rusas deben retirarse del país, punto. Ya pienso en cómo se va a poder reconstruir el país, y espero que los fondos congelados se usen para eso.

—¿Cómo modelaron las consecuencias de la caída de la Unión Soviética la visión que tenemos de Europa?

—Llevo veinte años intentando hablar de eso a través de mis libros. Cuando empecé a escribir, a la gente de mi edad no le importaba la Unión Soviética, ya no interesaba a nadie. Occidente tenía la ilusión de que, de repente, Rusia era un estado democrático. Rusia lleva mucho tiempo vendiendo una historia basada en la mentira, así que pensé que era importante contarle el legado soviético al lector occidental. Si los países europeos no tienen ese conocimiento, ¿cómo se puede hablar de futuro? Como la Unión Soviética estaba del lado de los ganadores en la Segunda Guerra Mundial, eso hizo que tuviera mucha influencia, y así se vendió en el resto del mundo. Por eso me pareció importante escribir sobre el pasado más reciente. La literatura puede marcar la diferencia, es una de las mejores herramientas para entender el mundo.

—La novela es un relato sobre la incapacidad de sobrevivir al trauma de perder a un hijo. ¿Buscaba que fuera un alegato contra la instrumentalización del cuerpo femenino?

—No estoy en contra de los vientres de alquiler como tal, pero parece que los progresos médicos siempre van por delante de la ley y las jurisdicciones, y eso da posibilidad a los criminales, que a su vez van por delante de la ley. Pienso, por tanto, que hay muchas zonas grises en el sector y necesitamos más investigación, un control internacional, estadísticas internacionales. Ahora mismo es un negocio, lo que el cliente quiere es lo que obtiene, y deberíamos centrarnos en la madre que hace de vientre de alquiler, en la mujer que es donante… Pensar en el papel de esas mujeres.

—¿Qué piensa al ver a los bebés ucranianos nacidos de vientres de alquiler en plena guerra?

—Todas las noticias de guerra son tristes, todas. No le voy a decir que un bebé occidental que nace de un vientre ucraniano sea más valioso que un chiquillo ucraniano al que le cae una bomba al lado de casa; no, lo veo igual.

—¿Y, como mujer, a usted qué le sugiere el término ‘vientre de alquiler’?

—Yo recurro a la definición del diccionario, porque definir madre o maternidad es muy distinto según la cultura. Según la ley, maternidad y madre se definen de distintas maneras. En Ucrania, la ley tiene una peculiaridad, porque la madre puede permanecer en el anonimato. Si no tenemos una comprensión internacional de cómo debe funcionar esto, siempre será posible la estafa, porque una persona que aspira a eso estará dispuesta a cualquier cosa para hacer realidad su sueño. No creo que ninguna de las dos partes esté en mejor posición, es muy fácil explotarlas a ambas.

—Olenka, una de las protagonistas, tuvo que huir a Finlandia para salvar su vida, amenazada en la Ucrania postsoviética. A través de su vida vemos las consecuencias del sistema corrupto que marcó el camino hacia la revolución de 2014 y a la actual guerra. ¿La historia se repite?

—Parece que sí, que la Historia se repite en cierto sentido. Por ejemplo, la ocupación de las repúblicas bálticas se produjo bajo la misma justificación que ha usado Putin para invadir ahora Ucrania. Putin justifica su guerra con esta supuesta liberación de Ucrania de los nazis, que suena a locura auténtica. El primer ministro y el presidente de Ucrania son judíos y la comunidad judía en Ucrania es muy importante. Fueron las mismas palabras que usó Stalin para atacar Finlandia en 1939, por eso se produjo la guerra de Invierno, porque supuestamente estaban liberando a Finlandia de los fascistas y ocuparon los países bálticos bajo ese pretexto. Y también, según Stalin, era una guerra de liberación, de ahí esa retórica de la liberación, no puedes hablar de conquista, porque entonces es ilegal, pero si es liberación todo está bien. Por eso es tan importante esa retórica de la liberación. Parece que Rusia está usando la misma retórica una vez más.

—¿Es Stalin el principal ejemplo de Putin, su principal referente?

—Sí, a ver, Hitler también se podría utilizar, pero yo utilizo a Stalin porque era el líder de nuestro vecino al este, y creo que ahora es un ejemplo desafortunado de por qué es tan importante que los dictadores no sean convertidos en héroes. Hace muchos años, Putin empezó a reavivar, a restablecer a Stalin y los rusos siguen pensando que es uno de los hombres más grandes que ha tenido Rusia. Recuperar la figura de Stalin significa también reinstaurar sus crímenes, porque si a ti te parece bien Stalin, estás diciendo también que los campos de concentración estaban bien, y que no pasaba nada y que maravilloso que murieran en Siberia millones de personas y que no pasa nada con las políticas que aplicó Stalin. Eso es lo que está pasando al citar a Stalin como referente. De hecho, cada vez hay menos gente en Rusia que conoce los crímenes que cometió Stalin, creo que es un 40% y bajando. ¿Qué país sería Alemania si sólo el 40% supiera lo que fue el Holocausto? Pues en Rusia está pasando eso. Si menos de la mitad del país ni siquiera sabe lo que hizo Stalin… Para Putin también era muy importante restaurar la figura de Stalin porque al hacerlo está justificando sus propios crímenes. Además, Putin lleva tiempo desacreditando a Lenin, y eso es muy interesante, porque durante la era soviética generaciones de rusos fueron educadas con la idea de que Lenin era maravilloso y ahora de repente no vale nada.

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