6 diciembre, 2024
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Viruca Yebra desvela el lado más desconocido de los nazis que huyeron a Marbella: «Hay muchas mentiras»

Las musas son esquivas; puedes llevar días buscándolas sin éxito y que, de repente, te toquen con el dedo en el momento más inesperado. Cuenta la periodista Viruca Yebra que a ella la atropellaron cuando fue enviada a Marbella en 1983 para cubrir la sección de ‘vida social’. «Acostumbraba a salir al paseo marítimo. Allí me fijé en muchas señoras mayores. Eran elegantes, guapas, distinguidas… Anhelaba conocer sus historias», explica a este diario. A golpe de grabadora, tiempo y ganas de investigar desgranó sus vivencias. Y lo que halló fue una verdadera sorpresa: «Algunas fueron niñas durante la guerra, otras provenían de familias que habían llegado a España huyendo del nazismo».

 protagonista de su nueva obra: ‘ La última condesa nazi‘ (Espasa, 2021). «Me gusta llamarlas mis Clotildes porque, con los testimonios de todas ellas, he dado forma a la trama y a su personalidad», desvela. El cóctel que resulta tiene notas de historia, amor y superación. Aunque su principal activo es que huye de los maniqueísmos mil veces vistos en libros que lindan con la Segunda Guerra Mundial. «Es novedosa porque no hablo del conflicto como tal, de nazis malvados o de jerarcas con delitos de sangre. Me zambullo en los personajes más grises. Aquellos que protagonizaron la otra historia», incide.

Huida de Sajonia

Yebra nos pone en la piel de una dama de noble cuna que, a pesar de odiar el nazismo, se ve obligada a huir de su casa solariega en Sajonia ante el avance soviético. «La conocemos a principios del invierno de 1945, tras enterarse de que su marido, Max, que luchaba en el ejército alemán, ha sido fusilado», desvela. La estampa de los primeros capítulos es escalofriante, pues Clotilde debe abandonar la mayoría de sus posesiones y viajar al sur para solicitar la ayuda del hermano mayor de su esposo. «Los caminos están destrozados, no hay carreteras… Se convierte en una refugiada que, además, tiene que cuidar de algunas personas del servicio a su cargo», sentencia.

Una de las bondades de ‘La última condesa nazi’ es, precisamente, su capacidad para narrar el día después de la guerra. «Busco transmitir la desesperación de aquellas jornadas. Nadie habla de lo que sucedió con los cientos de miles de alemanes que se vieron obligados a exiliarse a partir de ese momento», sentencia.

Lo más dramático es que, como bien explica la periodista, la mayoría de ellos fueron tachados de nazis durante el resto de su vida aunque no hubieran colaborado con el Tercer Reich. Esta triste verdad queda representada en una frase que la tía de Clotilde le dice a lo largo de la obra: «Siempre serás una condesa nazi».

Con todo, la autora nos transmite también la vida de otros tantos hombres, mujeres y niños que han pasado de puntillas por las páginas de la historia. Todos ellos, a través de los ojos de la buena y desgraciada condesa. «Hablo también de los judíos que querían hallar los vestigios de sus familias asesinadas. Siempre explicamos lo más cruento, que es lo que más vende. Por eso prefiero centrarme en los personajes olvidados», añade. La clave, en sus palabras, es que la historia no está formada solo por «hechos aberrantes», sino también por otros «momentos paralelos que muchas veces ayudan a aclarar las cosas».

Camino hacia el Dorado

La tercera pata de esta novela es que muestra el cambio al que tuvieron que enfrentarse los miembros de la aristocracia alemana de la época. Hombres y mujeres acostumbrados a una vida de nobleza que, de la noche al día, perdieron sus privilegios. «Hasta entonces, una persona del estatus de Clotilde no había podido tener relaciones con cualquiera. Eso se esfumó con la huida. Aunque a ella le sienta bien en la novela. El viaje y su carácter afable hacen que sea solidaria con la gente que tiene a su alrededor, que hable con todo el mundo y que aproveche lo que le rodea», explica.

A lo largo de la obra, la periodista nos transmite también el sufrimiento de miles de germanos que, durante su marcha de Alemania, se vieron obligados a dejar a sus hijos con parientes o amigos casi desconocidos. «Ella es una de estas personas. El destino hace que esté diez años sin ver a sus pequeños. Cuando los recupera, entiende que todo ha cambiado y que se han habituado a vivir sin ella. Eso es un drama», incide. Y eso, mientras se esfuerza por demostrar que no era una nazi recalcitrante e intenta desvelar el misterio que rodea la muerte de Max.

Viruca Yebra
Viruca Yebra

Aunque el libro no se centra tan solo en los años cuarenta. Más bien recorre tres décadas de historia y una decena de enclaves a través de los ojos de Clotilde. Y, como no podía ser de otra forma, entre los más llamativos se halla la Marbella que encandiló a Yebra. Esa región que, por mucho que nos hayan repetido hasta la extenuación, no fue un hervidero de oficiales exiliados del Tercer Reich. «Es cierto que albergó a algunos, pero no fue un refugio de nazis», sentencia. Según la periodista, para la mayoría hubiera sido imposible tener un buen tren de vida en la zona. «La guerra destrozó la economía de muchos», completa.

Con todo, no niega que Marbella acogiera a muchos alemanes que huyeron de la guerra y a algún que otro oficial leal a Hitler. «Me encontré con las familias de algunos durante mis investigaciones. La mayoría querían pasar desapercibidos, estar camuflados. Lo curioso es que, en el ámbito personal, con sus vecinos, muchos no ocultaban que eran nazis», explica. ¿Por qué se ha generalizado esa idea de que la región fue un refugio para cientos de militares del Tercer Reich? Entre otras cosas, por culpa de la leyenda de Otto Skorzeny. «Él vivió toda su vida en Madrid haciendo negocios, vino invitado, pero no tenía casa aquí», completa.

Tres preguntas a Viruca Yebra

¿Qué hay de realidad y qué de ficción en la novela?

Es una mezcla de ambas, pero hay más de realidad. Lo único que es ficción es ella, pero es el compendio de una infinidad de historias que he conseguido recabar. Hay muchas mujeres que han vivido sus experiencias. Otros personajes participan representando anécdotas que fueron reales. Eso es lo más jugoso: todo lo que cuento ha sido verdad y lo ha vivido alguien.

¿Qué años vivió en Marbella?

En la más llamativa: la de los años sesenta y setenta. Pero también pasa por la Costa Azul o Londres. La clave es que siempre tiene el pasado del nazismo en su mochila.

¿Qué busca con esta novela?

No quiero hacer lo de siempre, quiero ver el lado gris de la vida. Eso, y contar las historias de mis Clotildes. El libro es la historia de ellas y de ellos, porque también he entrevistado a hombres. Niños de la guerra que tenían veinte años entonces y hoy rozan los ochenta. De aquellos quedan muy pocos, y son historia viva.

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