26 abril, 2024
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“El libro puede ser una gran metáfora de cómo se va construyendo una pareja”

Foto: Diego Levy

El amor como insistencia, la pareja como forma superior de la ficción y la literatura como una práctica que permite salir del rodeo y pasar a la acción son los ejes de “Un futuro anterior”, el reciente libro de Mauro Libertella, un escritor que se atreve a ir a lo autobiográfico para saltar de la narrativa al ensayo sin dejar de hacerse preguntas, incomodarse y asumir contradicciones sobre los vínculos que nos constituyen y se vuelven irreversibles.

Para el escritor, editor y periodista cultural, hablar de amor es hablar de lenguaje y eso se cuela, sobresale y se impregna en sus libros. “El amor genera la ilusión de que el lenguaje es recíproco”, se puede leer en “Un reino demasiado breve”, que fue antecedido por “Mi libro enterrado” y “El invierno en mi generación” y algunos leyeron como una trilogía en la que primero el eje fue la muerte del padre, el segundo la amistad y el tercero las relaciones de pareja.

En “Un futuro anterior” la edición es de Sexto Piso y el lenguaje insiste: “Tenemos que encontrar las palabras para nombrar las formas de estar juntos. O quizás no. Quizás el lenguaje sea otra de nuestras supersticiones: una creencia a la que le asignamos una potencia desmedida”. Esa reflexión deriva en la pregunta por cuándo una pareja se convierte en una familia.

Sobre esta historia, dividida en tres partes, que comienza en un departamento ubicado en un tercer piso de la Ciudad de Buenos Aires en una noche de verano, el autor ya dijo que tiene elementos autobiográficos y, en diálogo con Télam vía Zoom, una tarde en la que prepara un viaje, dice que “fue un tema tabú muchos años, estaba guardado bajo la alfombra y este libro tuvo algo de ‘dejemos de rodear de tan lejos el tema y veamos lo que hay’”.

Foto Diego Levy
Foto: Diego Levy

A partir de esa noche se incorpora Leticia en la vida del narrador de Libertella: la rodea, la comparten y también intentan tomar distancia, pero algo insiste y sobre eso toma impulso lo que se construye en las dos partes que siguen. Eso que defendió el autor ante editores que marcaron que la historia tenía que terminar antes.

-Télam: En la novela anterior habías ido a la tercera persona, después de dos en primera, y decías que te había permitido exagerar, ¿cómo fue volver ahora a la primera?

-Mauro Libertella: Fue una vuelta con muchas ganas, como volver al hogar después de haber atravesado el desierto sin cantimplora porque me costó bastante la tercera persona, no me sentí muy cómodo. Puede ser algo interesante pensándolo como salir de la zona de confort pero volví con muchas ganas y también siento que el libro anterior me tuvo muy encorsetado: un poco con miedo, con vacilación, con dudas. Ahora quiero ir a la primera persona y correr los límites en general, llevar mi experiencia en la escritura a un lugar más radical del que lo venía haciendo.

-T: Tus tres libros anteriores eran presentados como una trilogía. Por temática, ¿éste puede ser un lado B del tercer libro?

-M.L.: En ningún momento pensé en escribir una trilogía y la idea fue de la editorial y prometía que el libro siguiente debía ser sobre otra cosa. Y no pasé a otra cosa, entonces este libro podría ser muchas cosas al mismo tiempo: el cuarto de una serie, pero también una especie de reverso del libro anterior, un backstage de todo lo que venía escribiendo antes. Es un lado b del anterior pero también del libro sobre mi grupo de amigos del secundario que es el mismo que aparece acá, solo que antes era todo felicidad y ahora es más conflicto. También podría ser un lado B de mi primer libro sobre la muerte de mi viejo: cuento lo que estaba haciendo en esos días. Es un libro que incorpora a los anteriores.

Libertella: “Siempre pienso que tengo que dejar un trabajo para dedicarle más tiempo a la escritura”

Un libro sobre Ricardo Piglia, al estilo del perfil o el retrato que hizo sobre Mario Levrero, es uno de los proyectos que ocupa el escritorio de Mauro Libertella, pero no el único, ya que a esa tarea se suman los trabajos como editor y periodista que sostiene a diario y pese a los cuales encuentra tiempo para los trabajos más autobiográficos como el reciente “Un futuro anterior”.

-T: ¿Estás trabajando un libro sobre Piglia?

-M.L.: Sí, no le quiero decir biografía porque siento que es algo más total y no puede faltar ningún momento, hay que acceder a papeles a los que no creo que pueda acceder. Tendría que viajar a Princeton y además tener tiempo para leer toda su correspondencia, sus diarios personales. Perfil o retrato, el libro es un poco eso. Hice un libro sobre Levrero para la Universidad Diego Portales de Chile y este también sería con esa editorial. Surgió como una invitación de Leila Guerriero: con ella trabajamos el de Levrero y cuando terminamos me dijo “che hagamos otro” y primero le dije que no porque es un trabajo tremendo, meterse tanto tiempo en un autor es muy asfixiante, te tiene que interesar de verdad. Corrés el riesgo de quemarlo para vos. Es como escalar una montaña, muy lento, hay que aprender a hacer un corte, siempre aparece una entrada nueva. Tengo ahora en mi escritorio 4000 papeles, todas las entrevistas que le hicieron a Piglia, sus libros, los ensayos críticos de su obra. Es como hacer que esas 5000 páginas se conviertan en un libro de 200. Es difícil pero es muy lindo. Así que dije que si. Pero también me pasa que como escribo estos libros autobiográficos y me gusta escribir tampoco puedo escribir todos los años un libro autobiográfico porque tengo que vivir algo para poder escribirlo. Entonces hago un libro ensayístico, vivo un poco, entonces después puedo escribir otro y así.

-T: ¿Lo elegiste vos a Piglia o fue una propuesta de Guerriero?

-M.L.: Me propuso tres y entre ellos estaba Piglia y fue inmediato. Levrero se lo propuse yo, ella me había propuesto varios y ninguno me cerraba del todo. Con Piglia le dije “no lo quiero hacer ahora pero reservamelo por las dudas”. Además Piglia es muy complejo, es la historia de la literatura argentina de los últimos 50 años, los años 60, la Buenos Aires bohemia, la editorial Jorge Álvarez, el under, toda la política de los 70, las revistas de la resistencia tipo Punto de Vista, todo su trabajo como guionista, como profesor; está el Premio Planeta si estuvo arreglado o no, los 15 años en Princeton, su enfermedad final que fue una locura, con él reescribiendo todos sus libros con el cuerpo paralizado. Así que estoy ahí.

-T: ¿Cómo hacés para encontrar el hueco para escribir tu ficción con tantos laburos: la agenda, revista Ñ, la revista de la Universidad de Hurlingham y la editorial Vinilo?

-M.L.: Estoy pensando mucho en este tema, me tiene obsesionado, preocupado. Siempre llega un momento en el que digo que tengo que dejar uno de los trabajos para dedicar más tiempo a la escritura. Pero después siento que nunca es el momento de dejar un trabajo, siempre hay más inflación, está todo a punto de destrozarse. Siempre pasa algo y soy muy cauteloso y cuidadoso con este tipo de temas, no me sale renunciar. Si me surge un trabajo digo que si porque tengo que ahorrar dinero por si después viene la mala y me voy metiendo en un callejón sin salida. En un contexto en el que hay poco trabajo, está bueno tener trabajo pero al mismo tiempo me genera esa trampa de que no me queda tiempo para escribir y toda la vida es trabajar. Cada uno me gusta por distintas cosas, es una neurosis infinita. Ahora, una vez que escribo, escribo rápido así que si solo puedo disponer de dos horas limpias por día para solo pensar en la escritura, estoy. Con el libro de Piglia tuve un momento de euforia, me puse a escribir y hace tres meses lo tuve que parar porque no estaba encontrando tiempo por la cantidad de trabajo. Eso es un garrón porque retomarlo es volver de cero, perdiste el pulso, la energía. Tengo ganas de hacer un libro sobre dinero y trabajo y quizás sea mi modo de resolver este callejón sin salida. Para hacerlo quizás dejo un laburo. Es un problema que tengo todo el tiempo en la cabeza. No existen soluciones mágicas. Pienso en cómo viven los escritores, me hago la pregunta de cuánto necesita uno para vivir. 

-T: En “Un reino demasiado breve” había una pregunta por ese momento en el que un vínculo amoroso se vuelve irreversible y acá la repuesta parece ser que hay distintas etapas, parece haber respuestas a esa pregunta.

-M.L.: Escribo libros breves, siempre el último es un poquito más largo que el anterior. Quizás a los 90 años escriba algún bodoque de 600 páginas. Parte de mi potencia y también de mi debilidad es que me sale comprimir la escena al máximo y tal vez puede ser que este libro retome preguntas o escenas del anterior y las expanda. Este libro se podría haber llamado “Irreversible”. Incluso hay una lucha del narrador personaje contra lo irreversible, todo el tiempo está ocurriendo algo y él trata de luchar contra eso y sin embargo, ocurre y ocurre. Es como que la realidad lo va avasallando. Él está con su neurosis, su culpa y sus problemas. “Esto está mal, no puede ser, es antiético” y finalmente gana lo irreversible.

-T: Hay una forma de contar lo sentimental que acerca esta novela a otra contemporánea: “Poeta chileno”, de Alejandro Zambra. ¿Coincidís?

-M-L.: Zambra y sus libros me marcaron de un modo muy contundente. Lo admiro. Trabaja con la autobiografía de un modo muy sutil. Sus libros son más novelas, pero su coqueteo con la autobiografía es más sofisticado porque todo lo sentís autobiográfico y, al mismo tiempo, todo esta muy ficcionalizado. Está siempre bordeando lo cursi, que es uno de los riesgos de lo sentimental, es un material que está ahí, te tenés que acercar para que ilumine algo del texto pero si te acercás mucho, te quemás y el texto se arruinó. Él juega con ese límite y yo lo tengo mucho en la cabeza. Después hay algo que me pasa, y que suele pasar entre los hombres, y es que soy bastante pudoroso a la hora de hablar de mis sentimientos, cuando me junto con amigos nunca me junto a hablar de sentimientos. Con amigas se puede hablar un poco más, está más habilitado pero en general me cuesta mucho, soy tímido. Y cuando escribo me sale. Es loco porque escribo cosas muy autobiográficas pero cuando estoy escribiendo se me cae todo el pudor. A veces mi mujer me dice “no me contás nada, decime qué te pasa” y le dijo “bueno no sé, después te escribo un libro”.

-T: Hay varias referencias al amor y a la literatura: la idea de proyecto, la pareja como una forma de ficción y lo que prima en los dos casos es el rodeo. ¿Cómo fue el rodeo para escribir esta historia?

-M.L.: La palabra rodeo está buena porque este libro intenta abordar una experiencia que yo estaba intentando hace mucho tiempo pero que nunca encaraba. Fue un tema tabú muchos años, estaba guardado bajo la alfombra y este libro tuvo algo de “dejemos de rodear de tan lejos el tema y veamos lo que hay. Esto es así, qué fue o no tan grave”. La primera parte es el amor romántico, clandestino, el amor maníaco, desenfrenado, la segunda es una especie de puente y la tercera es la conformación de la familia. Sin ese puente no se entendería ese salto. Pero el libro también puede ser una gran metáfora de cómo se va construyendo una relación de pareja, a veces muy lentamente, a veces más rápido. Hay distintos tiempos.

-T: ¿Qué repercusiones te sorprendieron del libro?

-M.L.: De los nombrados en el libro no puedo contar nada. La lectura de Martín Kohan me hizo pensar mucho, ver el libro desde muchos lugares y de otro modo que jamás lo hubiera pensado. Después hubo dos constantes: hubo gente que la leyó muy rápido y eso no me lo esperaba, y otros me dijeron que les gustó la primera parte pero no la segunda y la tercera. Esa primera parte es más narrativa y en las otras dos es verdad que baja un poco el ritmo, es más ensayístico, tiene más reflexión, es más calmo. Uno de mis amigos implicados en la historia me dijo que leyó la primera parte y después se aburrió y lo dejó. Me quedé pensando en eso porque originalmente se iba a publicar por Random, que es donde venía publicando, y lo trabajé bastante con la editora Ana Laura Pérez que me había sugerido que el libro sea solo la primera parte. Dije que no. Finalmente cuando fui a Sexto Piso el editor me dijo lo mismo. Mantuve mi intención original. Pero me queda la duda.

Mauro Libertella: lazos y diferencias con los trabajos de Héctor Libertella y Tamara Kamenszain

Hijo de un escritor como Héctor Libertella (1945-2006) y una poeta, ensayista y escritora como Tamara Kamenszain (1947-2021), el autor de “Un futuro anterior” lee los universos, las tensiones y las marcas en sus obras para repensarlas en relación a sus propias formas creativas y a sus intereses literarios.

Esa familia atravesada por la literatura también alcanza a la que armó Libertella con la escritora Leticia Frenkel, a quien le dedica esta novela y con quien tiene dos hijos. ¿Cómo se entrelazan las lecturas y formas de escritura en la propia obra? ¿Cómo pesan esos nombres a la hora de escribir pero también cómo potencian los intereses narrativos?

Sobre esas cuestiones, la circulación de la obra de su padre y su madre y los proyectos sobre sus libros, también habla Libertella en esta nota con Télam.

-T: Adriana Hidalgo va a publicar la obra completa de tu padre. ¿Cómo fue ese proceso?

-M-.L.: Van a salir tres tomos: dos de narrativa y uno de ensayo. Mi viejo murió hace 15 años y en sus últimos tiempos trabajó un montón reescribiendo sus libros anteriores. Hizo muchas versiones de cada uno de sus libros. Llevó mucho tiempo relevar qué es lo que había. Además nunca escribió en computadora así que hizo todas las versiones en máquina de escribir, las anillaba, les hacía él mismo una tapa, una contratapa en forma de libro y se los regalaba o daba a amigos o a editores para que lo leyeran. Entonces hubo que hacer una especie de pesquisa detectivesca para ver donde están desparramados los originales que fue entregando en los últimos años. Eso llevó años. Rafael Cipolini es el albacea y estuvo un poco en toda esa búsqueda, leyó todo, armó ese mapa. Identificó cuál era una versión, si se trataba de un mismo libro pero le cambió el título. Finalmente se decidió que todo eso, que es una especie de locura literaria muy particular, interesante y delirante, termina derivando en una obra completa depurada con los libros publicados originalmente que están medio inconseguibles. Las mil reescrituras, por ahora, no se van a publicar. Es una obra muy difícil, muy hermética. Es difícil de leer en muchos sentidos así que darle este envoltorio puede ayudar a que esté en librerías y pueda ser leído.

-T: ¿Te sentís más cercano a la obra de Tamara que a la de Héctor?

-M.L.: Cuando empecé a escribir y a publicar tenía miedo que me comparen con mi viejo por el apellido y decía Libertella escritor ya es él. Me di cuenta hace poco que eso contenía también un viejo reflejo del patriarcado en ese pensamiento: la literatura era del hombre. Vengo de familia, padre y madre escritor pero el escritor es el que porta el apellido y nunca pensé que la comparación podía ser también con mi madre, porque ella escribía cosas chiquitas y de repente me di cuenta que estaba escribiendo libros chiquitos. Lo de mi viejo era completamente distinto a lo que hacía yo y me fui dando cuenta que la literatura de mi vieja fue cambiando en los últimos años, se fue volviendo más íntima, más híbrida, incluso cuando entró en la narrativa con “El libro de Tamar” o “Libros chiquitos”. Me di cuenta que lo que hacíamos los dos en los últimos años estuvo muy cerca y de un modo muy productivo para los dos. Yo tomé mucho de lo que ella hace. No puedo decir que ella tomó de lo que hago yo porque sería soberbio pero yo le fui dando varios libros, Zambra, por ejemplo. Me pedía libros contemporáneos. Sabía que los que me gustaban, le iban gustar a ella. Leímos un poco lo mismo.

Cundo murió estaba escribiendo un libro de narrativa, en prosa sobre la muerte de un hermano cuando tenía 3 años y ella 7. Murió de una enfermedad que nunca se supo bien. De hecho en ese momento ella empezó a tener asma, lo tuvo toda su vida. Y de alguna manera murió, no de asma pero de problemas respiratorios y estaba escribiendo eso. No se cuánto llegó a escribir. Tampoco tuve fuerzas para entrar en su archivo, tampoco sé si lo tengo que hacer yo. Pero me contaba mucho de ese libro que estaba escribiendo. Es un libro que hubiera escrito si era ella, y mi viejo no.

-T: Sobre “El libro de Tamar” se iba a hacer una película. ¿En qué está ese proyecto?

-M.L.: La presentaron al Incaa como ficción y por ese carácter híbrido que tiene el texto no entra en ninguna categoría y no se consiguió financiación. Analía Couceyro continúa con el proyecto y lo va a hacer con Albertina Carri del mismo modo que ella logró financiar “Los Rubios”. Llegaron a filmar en 2020 antes de la pandemia en México, en los lugares en los que vivimos. Mi vieja había viajado por los 90 años de Margo Glantz. 

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