Barcelona Actualizado: Guardar
Su vida era el cómic, la novela gráfica, así que el día que le extirparon un tumor de cuatro centímetros de la cabeza y salió del hospital con 45 grapas en la cabeza y un peinado estilo Makoki, no dudó en convertir todo aquello en material narrativo. Al fin y al cabo, en eso consistía su trabajo no de dibujante, sino de ‘tradujante’: en traducir en imágenes lo que los demás piensan en palabras.
Nacía así ‘Algo extraño me pasó camino de casa’, uno de los últimos títulos de Miguel Gallardo. «Enfrentarme al cáncer ha sido como ir a la luna sin casco y volver», reconocía entonces el dibujante catalán, figura clave del género que, tras dos años de lucha contra la enfermedad y, como él mismo bromeaba, contra ese boniato que le salió en la azotea, falleció el lunes a los 66 años.
De Makoki a María y del cómic ‘underground’ a la novela gráfica, Gallardo representa como pocos la evolución del cómic español y su tránsito de las revistas contraculturales a librerías y bibliotecas.
Nacido en Lérida en 1955, Gallardo se quedó a las puertas de la facultad de Bellas Artes, pero sí que ingresó en la escuela Massana de Barcelona, donde coincidió con su compinche Juanito Mediavilla. Junto a él creó, bien entrados los setenta, a Makoki, mito del ‘underground’ que saltó del frenopático a la memoria colectiva y acabó teniendo publicación propia. «Gracias a la superoreja para el lumpen de Juanito y a las historias de calle que de tanto en cuando nos explicaba cuando paseaba por el barrio, se fue trenzando una leyenda que conectaba con nuestra generación y que impactó en un par más de generaciones de hermanos menores», explicó cuando apareció la integral ‘Todo Makoki’.
Fundador de ‘El Víbora’ y creador de secundarios antológicos como Tío Emo, El Niñato o ese paródico y brutal Buitre Buitaker que cobró vida propia y voló de las páginas de ‘El Víbora’ a las de ABC, donde anidó durante tres años, Gallardo siempre se manifestó como creador inquieto e innovador. Un ‘tradujante’ de primera que lo mismo paseaba por la prensa de la época, dejando su firma en las páginas de ‘La Vanguardia’, ‘New Yorker’ y ‘New York Times’, que ideaba nuevas series como la detectivesca ‘Los casos de Perro Nick’ o las satíricas ‘Roberto España y Manolín’ y ‘Perico Carambola’.
Viñetas y memoria
A finales de los noventa llegaría uno de los momentos clave de su carrera: la publicación de ‘Un largo silencio’, historia basada en la memoria familiar de su padre y en sus experiencias durante la Guerra Civil en los frentes el Ebro y Teruel y en los campos de concentración del sur de Francia. Una obra pionera que abrió las puertas a la novela gráfica española y amamantó a toda una generación de autores que ahí siguen, aún hoy, haciendo bandera de la memoria.
Su gran pico de popularidad, sin embargo, llegaría con ‘María y yo’, desarmante crónica de su relación con su hija autista que llevó el cómic español a una nueva dimensión: traducido a diez idiomas y adaptado en forma de documental, fue la prueba de madurez definitiva para la historieta; el álbum que, a la par que ‘Arrugas’, de Paco Roca, amplío el campo de acción temático y narrativo de dibujantes e ilustradores. ‘María y yo’ tendría su eco, años después, en ‘María cumple 20 años’, nueva entrega de una crónica familiar que Gallardo supo relatar con humor y ternura.
Reconocido con galardones como el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona o el Premio Nacional de Cómic de la Generalitat, Gallardó regresó a la sátira de poso historicista con ‘El baile de los caídos’ e ilustró una selección de monólogos de Pepe Rubianes, penúltimos pasos de un dibujante que lo primero que hizo tras despertar en el hospital en 2020 fue comprobar si la mano aún le funcionaba. Y como la respuesta fue afirmativa, siguió dibujando y aún tuvo tiempo de terminar ‘El gran libro de los perros’, cómic que firmó junto a su compañera Karin y que verá la luz el próximo 10 de marzo.
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