28 abril, 2024
Cultura

Pepe Bernal: Abstracción luminosa y sensible

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Nacido en Huércal-Overa, villa ya próxima al límite con Murcia, y en la que ha fallecido el pasado 22 a consecuencia de la dolencia cardiaca que padecía, Pepe Bernal se formó en Valencia, que es donde solían estudiar entonces los artistas de la provincia más oriental de Andalucía. Pronto volvería a su cuna, donde en 1981 participó en una recordada colectiva de homenaje a Picasso, inaugurada por Santiago Amón. Compatibilizó la práctica de la pintura con su plaza de profesor de dibujo en el instituto.

Descubrimos la obra de Pepe Bernal en 1990, cuando su colega y condiscípulo Ginés Cervantes nos embarcó en aquella aventura de juntar a unos cuantos pintores locales de la nueva generación, en una muestra organizada por el Instituto de Estudios Almerienses, y que, tras presentarse en el Patio de Luces de la Diputación, circuló dentro y fuera de la provincia.

La tesis venía a ser que Almería ya no era sólo lo indaliano. Los seleccionados se movían, con soltura, en aguas de su tiempo, acusando el impacto de las propuestas divulgadas por ‘1980’, ‘Madrid D.F.’ y otras colectivas de espíritu similar. En 1992, el huercaleño, afable, cordial, muy querido por sus colegas, sería uno de los seleccionados en la primera edición de los añorados cursos de arte organizados por el Ayuntamiento de Mojácar, en los que participó lo mejor de la generación española entonces emergente. Otra colectiva importante en la que figuró fue, en 2007, la que Gádor Sánchez Barazas y Ramón Crespo comisariaron para el Museo Arqueológico de Almería en homenaje a Juan Goytisolo, a cuya obra hacía referencia desde su propio título: ‘Campos de Níjar: Morada sin memoria’. Ocho más tarde, participó en otra en el centro MECA, en tributo a la memoria de José Guerrero.

No cito al gran granadino en vano. La obra de Bernal se inscribe en su estela, y en la de Motherwell o Rothko, amigos ambos del anterior, y en la de Esteban Vicente (lo contrario de amigo…), y en la de Ràfols Casamada o Mompó, por citar a algunos de los faros del finado. Cuadros los del huercaleño generalmente de gran formato, y en ocasiones articulados como polípticos, que pueden llegar a los cuatro metros de ancho. Cuadros luminosos, y de respiración ancha. Líricos y sensibles a la par que rigurosos, cantan en ellos los amarillos, los rojos, los naranjas, los azules, los negros… Títulos serenos: ‘Las horas’, ‘El hilo de las sombras’, ‘Poema de cal’, ‘Movimiento sobre cadmio limón’… Otros, tomados de piezas de Satie: ‘Gymnopédies’, ‘Gnossiennes’… También tiene mínimas construcciones en madera, casi torresgarciescas. Pintura esencial y soberana, que en 2012 pudo contemplarse en el Museo Casa Ibáñez de Olula del Río, en el bendito valle del Almanzora. Luego aquella muestra, ‘Abstracción en clave mediterránea’, viajó a la capital de la provincia, precisamente a la Diputación, y a la Sala Hospital del Rey, de Melilla.

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